En un atractivo reportaje, publicado el domingo, 18 de mayo, sobre el barrio ovetense de La Florida, mi amigo don Juan Álvarez, responsable de su traza original, recuerda un sucedido de 1999, para evidenciar la lentitud de este desarrollo urbano. Según declara, él se molestó en un acto de la AMSO, donde yo, criticando el urbanismo del momento, aludí a algunos planeamientos, como «encrucijada de calles estrechas», incluyendo a La Florida. Errores de detalle y escenificación al margen, dados los años que pasaron, el sucedido es cierto. Tan veraz como que, terminado el acto, le aclaré a quien había sido concejal de Urbanismo, que no estaba en mi ánimo cuestionar el buen diseño de unos viales inminentes, cuya paternidad conocía perfectamente. Algo que repetí hasta la saciedad en intervenciones posteriores para ser justo con los autores y para explicar lo que había detrás de aquella afirmación.

En esa línea y dicho lo anterior, querría resaltar dos cosas; la primera, que el trazado ambicioso de La Florida, con su bulevar, empezaba a ejecutarse por entonces y llevaba impreso en los planos de la ciudad desde hacía una década, no habiendo copistería en Oviedo que no lo tuviera colgado en sus paredes. Por tanto, que esa vía y algunas de sus perpendiculares y sus pocas paralelas iban a ser anchas lo sabía cualquiera, aunque no se tuviera apego a las calles de Oviedo, lo que no es mi caso.

La segunda cuestión a destacar es que, guste o no, el acceso a La Florida es un cuello de botella cada día más insufrible según va aumentando la edificación y la población en el barrio. A día de hoy, la angostura e insuficiencia de las calles de entrada es cosa palmaria. La saturación de Marcelino Suárez, Vázquez de Mella (entrada) y Manuel del Fresno (salida) es bien conocida. Por eso algunos defendimos, aunque no nos gustara su impacto en el Naranco, la Ronda Norte u otra solución que sacara eficazmente a La Florida del aislamiento con el resto de la ciudad. Porque, con el bulevar y compañía, se logró hacer un diseño exigente, pero no tanto hacer ciudad, integrar el nuevo planeamiento en la urbe existente. Valgan, al respecto, algunos ejemplos bien elocuentes: ¿cómo se ha resuelto, hasta la fecha, el entronque de la interrumpida calle de Gozón y la de Carreño, que son de La Florida, con Fernández Buelta, Alfonso I o Bermudo el Diácono? No sólo es una cuestión de gestión complicada o de limitaciones de diseño; es una cuestión de concepción y continuidad urbana. De la misma manera que la ruptura de Vázquez de Mella, por las diferencias de rasante con la plaza de Díaz Merchán y la empinada calle de los Doctores Fernández-Vega, no evidencian una buena previsión inicial. Pero hay otro ejemplo mucho más grave: la separación brutal de La Florida con Fuente de la Plata, con un desnivel difícilmente superable, aun cuando se recuperara el proyecto de un acceso inclinado desde Periodistas Cepeda. Lo que pudo ser la unión de La Ería y el Parque del Oeste con La Florida se ha convertido en una barrera insuperable: una parte de la ciudad asomada al resto. Y ello, con el agravante de que la operación de Cinturón Verde conllevó la renovación total de la vía del tren que crea esa división, para pasar del ancho ibérico al de Feve. Pero se desechó, en una oportunidad única, el soterramiento de la infraestructura.

En los últimos tiempos se han iniciado actuaciones acertadas, como los tramos, aún discontinuos, de un vial de borde (catedrático Sela Sampil), justamente sobre la trinchera ferroviaria, que impide hasta la existencia de acera y cuyo destino final será San Claudio y su arranque las antiguas instalaciones de Renfe; la desbloqueada prolongación del emblemático bulevar hasta Las Campas y la aprobación de un nuevo acceso, desde una zona verde de la urbanización al parque de Purificación Tomás.

Pero el problema de los insuficientes accesos a La Florida seguirá y se agravará, previsiblemente, hasta que no se acuerde ejecutar proyectos de mayor envergadura y la barrera del flanco suroeste difícilmente podrá ser eliminada.

Por eso parecería útil que los ovetenses, especialmente los atrapados en un atasco en las exiguas vías de entrada y salida a La Florida, supieran si la responsabilidad de tal imprevisión es cosa de la gestión urbanística o arranca ya de la planificación inicial.