Bien poco me gusta que en los bares asturianos escriban en sus pizarras «nécoras» en lugar de «andaricas»; puestos, podían decir «cangrejos peludos», o «cangrejos aterciopelados», o «Liocarcinus puber». También José Antonio Suárez me habló de la «andarica mágica», que algunos llaman «mudacachos», la que acaba de abandonar su caparazón y, durante unos días, antes de generar el nuevo, resulta presa fácil y muy codiciada. «Capturarla en ese momento mágico, supone hacerse con su esencia, no hay que romper nada, nada que escoger, toda ella constituye un bocado exquisito», me pone los dientes largos mi amigo, y yo me imagino comiendo la andarica con cuchillo y tenedor, o a mordiscos, como una longaniza. Pienso en las calles de Oviedo que se quedaron sin placa, sin cáscara, presas fáciles ahora mismo para homenajear al Calatrava de turno.