Elena CASERO / Marta PÉREZ

«Juntos otra vez». Es el nombre del espectáculo musical que Isabel Pantoja trajo ayer a Oviedo. El título está cargado de significado, ya sea o no de forma intencionada. Se reencuentra con su público después de reencontrarse hace pocas semanas con su pareja, el ex alcalde de Marbella Julián Muñoz, en prisión. Es la tercera vez que actúa en la ciudad, aunque el espectáculo es un estreno.

La tonadillera -aunque no le guste el apelativo- llegó a la capital asturiana un día antes del concierto, el jueves, envuelta en una nube de discreción, como acostumbra. Se relajó en un conocido hotel de la ciudad que no abandonó hasta primera hora de la tarde, después de almorzar, cuando se dirigió al auditorio Príncipe Felipe, en vaqueros y con la melena semirrecogida en un moño, para ensayar durante dos horas.

La prueba de sonido salió de mil amores. Isabel Pantoja estuvo conforme con las instalaciones y con el equipo del Auditorio. Sólo pidió que se cambiase un detalle. Los cambios de vestido se hicieron en un lateral del escenario, para facilitar el trance, aunque estaba previsto que se hiciesen en los camerinos. Isabel Pantoja había reservado tres espacios: un camerino para vestuario, otro para maquillaje, y otro personal. En el Auditorio estuvo arropada en todo momento por su equipo personal: un planchador, una modista, un maquillador, el productor y su inseparable secretaria, María Navarro, quien se prestó a hablar con LA NUEVA ESPAÑA: «En Asturias la quieren mucho y ella a los asturianos también. Está muy contenta y con muchas ganas», dijo antes del concierto. Isabel Pantoja pidió agua para beber y comida sencilla, nada de estridencias, antes de la actuación. Porque ella es mujer sencilla y cocina «pollo a la Pantoja».

Media hora antes del concierto comenzó a llover, lo que no desanimó a los seguidores de la tonadillera, que esperaban impacientes a las puertas del Auditorio el comienzo de la actuación. Muchos de ellos, los más fieles, ya se habían acercado por la tarde al hotel donde se aloja en Oviedo. Ella les tiró besos, que les supieron a gloria. «Yo soy fan de toda la vida. Es lo mejor como persona. Su vida privada me da igual. Me interesa como artista. Prefiero pagar para verla que ir a la Catedral porque allí la insultan y lo paso mal», explicó una seguidora de la Pantoja, María Antonia López, de Langreo, antes del concierto. «Las canciones de Isabel me ayudaron a no caer en depresión tras la muerte de mi cuñada», confesó. Su canción favorita es «Marinero de luces». Carmen Rosa Muñiz, de Oviedo, fue hasta Argentina para ver a Isabel Pantoja en concierto: «El único delito que ha cometido fue enamorarse de Julián Muñoz», dijo. No sólo los fans, también la prensa buscó a Isabel, aunque su chófer avisó que ni se acercasen a hablar con ella. Misión imposible.

Para el concierto se vendieron un poco más de la mitad de las entradas, unas 900, según pudo saber este periódico por fuentes de la organización. En el concierto Isabel Pantoja deleitó al público con un popurrí de sus discos, en el que incluyó baladas, copla y flamenco. Las canciones de siempre, como «Marinero de luces», y «Háblame del mar, marinero», formaron parte de la primera parte del espectáculo, para el que Isabel Pantoja eligió un vestido en un morado muy vivo, quizá como las heridas que acumula en el alma, rematado con un corpiño en gris plata. Soberbia, grande y toda digna sobre el escenario encandiló al público del auditorio Príncipe Felipe, a su público. Los «guapa», «preciosa» y «ánimo Isabel» fueron constantes durante toda la actuación. Ella respondió a cuantos piropos que recibió con un «gracias» templado por su voz más dulce. Hoy repite su «Juntos otra vez».