J. N.

-¿Compraría un coche eléctrico?

-Sí, claro. El año pasado asistí aquí, en LA NUEVA ESPAÑA, a una conferencia muy interesante que dio un catedrático de Madrid. Acompañó la conferencia con una demostración muy simpática que consistió en mostrar un coche movido por una célula de hidrógeno. Primero obtuvo el hidrógeno y después puso el coche -de juguete, claro- a correr por el pasillo central de la sala. Fue muy bonito y muy ilustrativo.

-Es el futuro.

-Todo lo relacionado con el hidrógeno y a efectos energéticos es interesante, especialmente por la alta capacidad de energía que tiene y además porque su combustión produce solamente vapor de agua. Es curioso, pero creo que la única industria siderúrgica del mundo que no aprovecha el hidrógeno debe ser Arcelor-Mittal; vamos, me refiero a las plantas asturianas de esa compañía.

-¿Cuál es su opinión sobre la pugna entre los trasvases, concretamente el del Ebro y las plantas de desalación?

-Las desaladoras no son la solución, por mucho que se diga, y aunque existan planes en marcha para multiplicar su número en el Levante español. Al hacer los números del trasvase del Ebro en comparación con las cifras de las desaladoras, ves que la diferencia es enorme y a favor del trasvase. El consumo específico de energía en un caso y en el otro es lo que se debe calcular. Para obtener un metro cúbico de agua dulce en las zonas de consumo es necesario consumir seis kilovatios en el caso de las desaladoras, mientras que para poner ese metro cúbico de agua por bombeo de un trasvase el consumo es de uno y pico kilovatios. Las desaladoras, pues, consumen cinco veces más energía que un trasvase. Con el trasvase del Ebro se ahorrarían cinco mil millones de kilovatios hora. He realizado todos los cálculos y estoy dispuesto a que alguien me los critique.