Alberto RUBIO

El verano es para muchos músicos un tiempo más de formación. Eso piensan los alumnos de los cursos de verano que cada año realiza la Escuela Internacional de Música de la Fundación Príncipe de Asturias.

Para muchos esta experiencia es fundamental, ya que encuentran unas semanas de trabajo intensivo y clases maestras. Los alumnos buscan disfrutar de la compañía de otros músicos como ellos y del enriquecimiento que aportan sus diferentes nacionalidades.

Por encima de todo valoran de estos cursos el plantel de profesores, un variado ejemplo de los mejores del mundo en diferentes especialidades, alguno de ellos, premiados incluso con el «Príncipe de Asturias», como Estefan Popov, y todos ellos de reconocido prestigio internacional.

Esta escuela nació allá por los años noventa, pero desde 2005 toda la coordinación ha pasado a la Fundación Príncipe de Asturias. El Conservatorio rezuma estos días vida y trajín. Oviedo se llena de jóvenes que portan sus instrumentos por las calles.

Las clases empiezan por la mañana temprano: «A las nueve tenemos clases de conjunto, a partir de las once empezamos con las clases particulares. Después podemos estudiar o ensayar en las cabinas», explica Gabriel O'Shea, de 15 años, que lleva tocando el trombón de varas desde los 9.

Todos los alumnos descansan para comer y reponer fuerzas, pues todavía les queda jornada. A partir de las 4 empiezan con ensayos de grupo. Para concluir el día, que acaba a las 8 de la tarde, ensayan con la orquesta.

En las clases el ambiente es de concentración. Todos quieren aprender lo máximo posible en estos días. Además, se observa una gran complicidad entre los alumnos a pesar de diferencias como el idioma. «Poco a poco vamos aprendiendo más español», señala Davide Lombritto, un joven trombonista siciliano de 18 años.

Las edades de los alumnos abarcan un amplio abanico, Hay jóvenes que acaban de empezar y gente que lleva tocando 17 años, como el clarinetista portugués João Pedro Santos, de 24 años: «La experiencia es muy buena, yo acabo de llegar hace unos días, pero todo el mundo tiene una gran disposición y es fantástico. Hay muchas ganas de trabajar».

Las clases no son sólo para solistas. También intentan formar a los alumnos para que aprendan a tocar en conjunto. Antonio Saiote, que cumple su sexto año como profesor de Clarinete en estos cursos, destaca con su acento portugués lo importante que es no centrarse únicamente en crecer como solista.

La finalidad de estos cursos es la formación de los alumnos. «Lo mejor es ver que el trabajo da sus frutos, como veo en mi clase de Clarinete», señala.

En clase de Música de Cámara, el profesor de esta asignatura, George Fedorenko, detalla que esta música es «diferente, especial para el oído, por eso es más difícil. Estos cursos me gustan mucho, ya es mi segundo año como profesor y siento que es necesario hacerlo. Además, la organización es muy buena».

Para los alumnos que estos cursos estén en España es un privilegio. «Es mi tercer año en estos cursos, me gustaron los profesores y el ambiente, y la suerte de que no tengamos que ir a otros países para poder recibir estas clases», explica Bruno Martínez.

La Fundación prepara un programa de conciertos todos los años, como complemento a estas clases, en escenarios como el auditorio Príncipe Felipe, el Balneario Real de las Caldas y el Centro Cultural Cajastur. También tocarán en un ciclo de música en la calle todos los días hasta el 31 de julio.