Chus NEIRA

A la mesa de la terraza de la plaza de Riego en la que José Ángel Suárez, regente de un negocio de hostelería en la zona, enumera los quebraderos de cabeza que la movida del fin de semana ocasiona a los negocios del barrio le falta un trozo de madera. «Esto mismo me lo hizo un chaval de quince años, me tiró tres mesas a patadas, y ésta la rompió. Llamé a la Policía. Aparecieron a las dos horas a poner una multa a un coche y todavía me decían que lo que tenía que haber hecho era retener al chaval».

José Ángel Suárez relata situaciones similares, «todos los sábados»: peleas en la calle, menores que pretenden entrar al baño y que se ponen violentos si se lo impides, gritos, una población de centenares de adolescentes dando vueltas por la zona. En otro negocio de hostelería vecino, en la misma zona, Juan Antonio García describe una situación similar.

Los dos coinciden en que poco a poco el casco viejo se ha ido convirtiendo en zona de ocio adolescente. Juan Antonio García sugiere que la modificación de los horarios de apertura de las discotecas obligó a estos locales a introducirse en el sector adolescente, ampliando el negocio a las tardes. «Los guajes dan muchos duros», razona. La situación actual que denuncian es que sólo en el entorno de la plaza de Riego funcionan al menos tres salas de estas características que desde las siete y media de la tarde atraen a unos 2.000 adolescentes.

Para el negocio hostelero de terraza y tranquilidad del casco viejo eso se traduce en un desastre. Juan Antonio García ha desistido de poner la terraza los sábados: «¿Para qué? Los sábados estamos aquí en bronca continua, tengo que tener mi propia seguridad para que no me rompan las jardineras, y los clientes no vienen, lógico. Así que el Oviedo Antiguo no tiene gente, el bajón es impresionante. Una cosa es la crisis y otra distinta es si a la crisis le sumas esto».

Los dos hosteleros insisten en que de forma habitual la concentración de adolescentes de fiesta a última hora de la tarde de los sábados acaba en pelea y con la presencia de Policía municipal y nacional.

Tanto conflicto, cuyas cotas más altas se han vivido este año, insisten, ha hecho que poco a poco los ciudadanos y los turistas hayan ido perdiendo el hábito del pasearse por el Antiguo. «No lo entiendo», sigue José Ángel Suárez, «parece como si se quisiera volcar Oviedo para otras zonas y olvidar el tirón turístico e histórico de esta zona».

Los hosteleros de Riego han enviado un correo electrónico al Ayuntamiento hace quince días para denunciar esta situación, sin haber recibido respuesta todavía.

Entre tanto, la mayoría de los afectados han empezado a sumar fuerzas para denunciar la situación y tratar de buscar soluciones.

Sus intentos de coordinación llegan, además, en un momento en el que se está tratando de avanzar hacia un modelo de asociación exclusivo para los negocios del centro histórico de la ciudad que pretende aglutinarlos en diversas incitativas bajo la marca «centro comercial al aire libre».

Antes de que esta iniciativa se desarrolle los problemas han propiciado otra coordinación más urgente. A un paso de la plaza de Riego, en la calle Magdalena, los comerciantes denuncian otros problemas de consecuencias idénticas. A ellos también les están espantando la clientela y se desesperan al ver cómo el modelo idílico de casco viejo cuidado para el turismo está desapareciendo.

En este caso no son chavales. Son mendigos. Grupos de hasta más de una decena de individuos viven permanentemente en esa calle, en especial en la esquina con la calle Juan Botas y en la plaza Daoíz y Velarde. Consumen en los soportales litronas, van de aquí para allá y piden unas monedillas. Sandra Solís, con un negocio en la calle Magdalena, explica que el barrio siempre ha vivido con mendigos que no ocasionaban mayores problemas, pero desde hace pocos meses un nuevo grupo ha tomado la zona como campo de operaciones. Se sientan delante de los escaparates, piden a la entrada de las tiendas, duermen en los cajeros, cometen pequeños hurtos y en ocasiones, como la semana pasada, acaban peleándose entre ellos por una disputa por la plaza para pedir limosna.

«Imagínate la impresión que dan aquí. Los turistas llegan y quedan espantados. Lo mismo los que vienen de los congresos. El otro día había una boda y la imagen era dantesca, ver a los invitados y a los mendigos».

En otro negocio próximo, en la misma calle, Felisa de Hoyos, una encargada, relata una situación similar: «Si se ponen a pedir delante de la puerta, la gente no pasa. Ya que no estamos en la zona comercial, intentamos atraer a los turistas, pero está claro que con esta gente aquí es imposible».

Otros comerciantes que no quieren dar su nombre confirman la situación y lamentan que la Policía no pueda hacer más que identificarlos y dejarlos seguir. Algunos relacionan directamente la mayor presencia de los mendigos en la zona con la apertura de un supermercado. Allí ayer mismo se podía comprobar que el grupo de mendigos entra y sale constantemente, con bebidas y comida.

Sin embargo, un representante de este supermercado para toda la zona norte de España descartó que sufrieran más robos. Aseguró que tienen el mismo índice de pequeños hurtos que en otras zonas, que en año y medio que llevan en el barrio la acogida ha sido muy buena y que en cuanto un cliente entra por la puerta «recibe un trato exactamente igual que cualquier otro cliente».