D. O.

P. GALLEGO

María Rosario B. P., la madre de la mujer asesinada y descuartizada en Vallobín, aseguró ayer, en su declaración ante la juez que instruye el caso, que fue «obligada» por Jesús V. B., uno de sus inquilinos, a presenciar cómo sus hijos mantenían relaciones sexuales. Según su declaración, la mujer tampoco pudo hacer nada para evitar que Cristian M. P., otro de los inquilinos, siguiendo -según ella- órdenes de Jesús V. B., le pusiese a su hija «una barra de hierro en el cuello, de las de levantar pesas» para matarla el pasado 23 de junio en un piso de la calle Mariscal Solís.

Éstos son sólo dos fragmentos del estremecedor relato que Rosario B. P., madre de María Luisa Blanco y de su hermano, Pablo Luis B. -uno de los imputados por estos hechos- expuso ayer ante la juez Marisa Llaneza, titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Oviedo, adonde Rosario llegó sobre las diez menos cuarto de la mañana acompañada por personal de los servicios sociales del Ayuntamiento de Oviedo.

Poco antes lo había hecho Gil Blanco, el padre de la víctima. Durante dos horas, Rosario -en libertad con cargos- expuso en presencia de los abogados su versión de los hechos ocurridos la noche del 23 de junio en su domicilio de la calle Mariscal Solís. Según su testimonio, cuando Pablo «agarró del cuello a María», ella estaba «más allá que acá». Jesús le decía: «Apriétala», asegura la madre de María Luisa Blanco, antes de ordenarle: «Mira, a ver si está muerta». «Él era "el duque", el que mandaba», añadió.

A partir de este punto, la declaración de Rosario B. P. gira en torno a la única vez que, según su versión, Jesús V. L. la obligó a presenciar un intento de relación sexual en el que su hija «de rodillas, intentó con sus manos excitar a Pablo, pero tuvieron que dejarlo».

Cristian M. P., que llegaba al Juzgado a la una del mediodía, esposado y custodiado por dos miembros de la Guardia Civil, también hizo alusión al día en que «Jesús obligó a los hermanos a mantener relaciones sexuales». «Jesús mandó a Pablo que se bajara los pantalones y luego mandó a la hermana», declaró Cristian, aunque, según sus palabras, ni él ni Jesús entraron en la habitación «mientras los hermanos estuvieron acostados».

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Gil Blanco es un hombre destrozado. Está viviendo una pesadilla desde que su hijo confesó haber matado y descuartizado a su hermana. Ayer acudió a declarar ante la juez Marisa Llaneza, encargada del caso de asesinato de María Luisa Blanco. El hombre culpa a tres personas: Jesús V. B.; su novia, Larisa L. R., y Cristina M. P. «¡Que los hundan a los tres!», gritaba ayer tras abandonar los juzgados. El hombre cree que si su hijo es el autor material del asesinato es «porque le obligaron». «Yo no quería creer que mi hijo fuese culpable. Pero si es de esa manera, es que fue forzado. Es como el que le dicen mata a aquel señor o señora; para mí el que mata es el que manda, el que obliga», explicó, tras asegurar que los inquilinos del piso de Vallobín pegaban y robaban a la familia.

Cristian M. P., de 21 años -en la imagen-, llegó ayer al Juzgado cabizbajo y con la mirada perdida ante los flashes de las cámaras que lo esperaban. Vestido con un pantalón vaquero, una camisa amarilla de cuadros y una sudadera gris con capucha, Cristian declaró ante la juez Marisa Llaneza durante 50 minutos, antes de volver al centro penitenciario de Villabona.