Soprano, protagonista de «Tosca»

Pablo GALLEGO

«Floria Tosca es el papel más bonito que una soprano puede cantar». Ésa es la opinión de Hasmik Papian, que desde el pasado jueves y hasta el próximo sábado dará vida a la heroína pucciniana en el segundo título de la 62.ª Temporada de la Ópera de Oviedo, patrocinada, entre otras instituciones, por LA NUEVA ESPAÑA. Cuando el telón de «Tosca» se baje por última vez, Papian volará a Vancouver (Canadá), para ser «Norma», en un homenaje a otra soprano histórica, Joan Sutherland.

-Para una soprano, ¿qué implica convertirse en Floria Tosca?

-Para mí es el papel más bonito, una cantante que interpreta a otra cantante.

-Usted tiene a su cargo el aria «Vissi d'arte», uno de los puntales de esta ópera y una de las favoritas del público.

-Sí, y no es nada fácil. Sobre todo porque exige un gran cambio de registro, después de una escena muy dramática. En muy pocos segundos tienes que olvidarte de lo anterior y rezar.

-¿Prefiere lo clásico?

-Depende. De todas formas creo que esta producción, además de clásica, es muy convincente.

-Matar a alguien en escena exige fuertes dosis de convicción.

-Y todas están escritas en la música. Es tan fuerte que te arrastra, y lo marca todo. Tanto el momento en el que Floria ve el cuchillo como cuando lo coge, mira Scarpia y se lo clava.

-¿Qué aporta usted?

-Intento no sobreactuar, algo muy común en este tipo de escenas. Dejo que sea la música la que me lleve. Puccini era tan listo que nos lo puso muy fácil.

-¿Cree que los directores de escena han robado el protagonismo en la ópera a músicos y cantantes?

-Sí. Sobre todo en Alemania. Allí es imposible ver una producción clásica, y ni siquiera ponen los nombres de los cantantes en los carteles que anuncian la función.

-¿Y qué tal les sienta eso?

-No demasiado bien. Aún así, mi relación con los directores de escena es buena. Siempre estoy abierta a experimentar cosas nuevas, pero también es cierto que muchos cantantes de ópera pagan un precio muy alto por las ideas de algunos directores.

-¿Podría precisar?

-Sus propuestas interfieren en la música, y algunas son tan desagradables que enfurecen al público. Cautivados por la brutalidad de los aspectos teatrales se olvidan del cantante y de la música. Hay demasiados uniformes militares, sangre, montajes sórdidos y, a veces, muy poco respeto por el trabajo de los demás. Es una verdadera pena. Los ensayos de seis semanas, al final, no sirven para nada.

-¿Cree que eso va a cambiar?

-No. Irá a peor. Por eso me gusta tanto cantar en España. Aquí la ópera aún ocupa un lugar importante, los teatros siempre están llenos y los cantantes sentimos que el público respeta nuestro trabajo.

-¿Le cuesta dejar a Tosca en el teatro cuando vuelve al hotel?

-Muchísimo. No duermo bien después de cada actuación, y no consigo dormirme hasta las cuatro o las cinco de la mañana. Me cuesta deshacerme de la música. Es un personaje agotador, no sólo en el apartado vocal, sino a nivel dramático y físico.

Hasmik Papian

Antes de diplomarse en canto, Hasmik Papian también completó los estudios de violín en el Conservatorio de Erevan, en Armenia, su país natal. Tras su debut en la Ópera Nacional de Armenia con los personajes de Rosina («El barbero de Sevilla») y Mimí («La Bohème»), se presentó en las óperas de Bonn y Düsseldorf (Alemania), desde donde lanzó su carrera internacional a Berlin, Nueva York, Vierna o Milán, con tres de sus papeles más reconocibles: Aida, Norma, y la propia Tosca que ahora la trae a Oviedo.