Marta PÉREZ
Si fuera un jamón sería pata negra; como es castaña, la llaman valduna. Sin embargo, la considerada reina de las castañas corre el riesgo de desaparecer. Los expertos aseguran que la castaña valduna, que toma su nombre de la parroquia de Valduno, en Las Regueras, está amenazada por el progreso. «Si los prados se dejan de monte... ¿en qué estado quedan los montes...?». Quien lanza la pregunta al aire es Paco Valdés, de Valduno, y gran defensor de la castaña oriunda de esta tierra. «No sabemos comprometernos con lo que tenemos. La castaña cae al monte, sin limpiar, y allí se pierde porque nadie la recoge. Queda para el jabalí. Vivimos demasiado bien», se lamenta Valdés.
La castaña valduna es más grande, más elegante y más brillante que las demás variedades. «La valduna es valduna siempre. Es la mejor que hubo toda la vida, como la valduna no hay otra. Me acuerdo de ser una niña y de que mi padre mandaba las castañas al embarque. Ahora hay poca, va desapareciendo», sostiene otra vecina de Valduno. «La gente joven no quiere trabajar en el campo y las castañas nadie las paña», se lamenta la mujer.
Un grupo de vecinos de la parroquia de Valduno constituyó hace años una comisión de montes que representa a todos los pueblos de la parroquia para sacar adelante un proyecto de recuperación de la castaña valduna. Se trataría de repoblar con castaños valdunos una hectárea del monte del Cimero, en Pico Cimero. Paco Valdés, miembro de esa comisión de montes, asegura que tanto las autoridades locales como regionales están al tanto de la iniciativa, pero las subvenciones no acaban de fructificar: «Son ellos los que tienen la sartén por el mango», asegura Valdés, a favor también de que se promueva alguna figura de protección para la castaña valduna.
Aunque, en general, los vecinos de Valduno son poco optimistas respecto al futuro de sus castañas, cada año el Ayuntamiento de Las Regueras trata de promocionar el producto y mantener su buen nombre con la organización de un festival en honor de la valduna, donde se dan cita productores del municipio. Un amagüestu, aderezado con sidra dulce, es uno de los platos fuertes del festival, en el que también se premia al mejor lote de castañas y los mejores postres elaborados con este manjar.
«Este año no traigo castañas», explica un vecino, al frente de uno de los puestos del mercado. «Hace quince días hizo mucho aire y tiró las castañas. Ahora mismo están muy secas para traerlas. Además, este año no sé qué pasa que hay menos y son más ruinas», asegura. Angelina Rodríguez sí tiene castaña valduna en su puesto y la vende a 3 euros el kilo, el precio fijado por la organización para todos los expositores. Rodríguez, natural de Ania, es toda una experta en el producto. «La castaña valduna tiene la raya roja, es más redonda de forma y tiene más carne. El sabor es mucho más fino y la calidad de primera», asegura la mujer, que lleva diez años participando en el Festival de la castaña valduna. En la cocina, le saca mucho partido al producto. «Vale para todo, cuece mejor, también está muy buena asada y se puede hacer con ella cualquier postre», sostiene.
Toda una experta en alta repostería con la castaña valduna como ingrediente es Pili Alonso. Los visitantes a la feria le quitan de las manos sus canutillos rellenos de crema de castaña y dulce de castaña, que no es lo mismo. «Suele gustar más la crema», explica la mujer, que también ha participado en todas las ediciones del certamen de Las Regueras.
A escasos dos kilómetros del pueblo de Valduno, en una finca cercana a Cueto, se alza un castaño de raza valduna que da «buen material». A los pies del árbol, Paco Valdés recuerda los tiempos en que se vareaban sus ramas y en la cuerria -el murete de piedra que rodeaba al castaño e impedía el paso de los animales- se almacenaba el fruto, se tapaba con bardones, y se dejaba secar para consumir durante el invierno. Valdés se remonta a tiempos de «maricastaña» mientras recoge del suelo un puñado de castañas: «Es valduna auténtica», afirma, y esboza una sonrisa. Mientras haya valduna, hay esperanza.
