P. GALLEGO

«Fusión sí, pero no a cualquier precio». Ése fue el lema de los casi doscientos estudiantes de Pedagogía y Magisterio que se concentraron ayer en las calles que rodean la Escuela para pedir que la unión entre ambos centros se haga, «pero de otra manera».

Con pancartas, megáfono para gritar las consignas, esquelas en las que lamentaban la muerte de «Doña Facultad de Pedagogía» -a causa «de un aparatoso atropello con la fusión de centros»- y un «sufridor» disfrazado de muerte, con capa negra y guadaña, los futuros maestros y pedagogos pasaron la mañana fuera de las aulas «para que, por una vez, nos escuchen». «Hemos pedido reuniones con el Vicerrectorado», asegura un representante de los alumnos, «y sólo han venido aquí cuando, en teoría, ya está todo decidido».

La visita se refería a una reunión en la que el vicerrector de Profesorado, Departamentos y Centros, Julio Antonio González, expuso a profesores y estudiantes los argumentos del Rectorado a favor de la fusión de Magisterio y Pedagogía en una nueva Facultad de Formación del Profesorado y Educación. Mientras tanto, y junto a la ventana a la calle de la sala donde se debatió el futuro inmediato del centro, las estudiantes -la mayoría de quienes cursan estos estudios son mujeres- continuaban con la protesta.

«Un proceso de fusión puede ser positivo», apunta el representante de los alumnos, «pero no en estas condiciones». «Nos quieren imponer en seis días un proceso que debería hacerse en dos años, y la información que nos dan es muy escasa y muy vaga», denuncia.

El argumento expuesto por el Rectorado en todos los procesos de fusión es el mismo. Para que los nuevos Grados se implanten en septiembre -siempre y cuando reciban la acreditación de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA)- las facultades deben haberse fusionado antes. La fecha prevista es la primavera de 2010. Pero según los estudiantes, «la fusión sí es obligatoria, pero sólo antes de que las titulaciones viejas se extingan». «Y para eso aún quedan cinco años», apostillan.

«Estamos a favor de la fusión», sentencia Cristina Alomar, estudiante del último curso de Pedagogía, «pero no estamos de acuerdo con el nombre, tendría que ser de Educación, todos juntos». Uno de los chicos, Mario Barrigón, es de Magisterio. Cursa una de las especialidades, Educación Física, que van a desaparecer con Bolonia para quedar reducidas a una Mención dentro del Grado en Magisterio de Educación Primaria. «Ahora Educación Física tiene 120 créditos, y con la Mención, la especialidad queda reducida a 60 créditos, va a ser una basura». «¿Y qué va a pasar después con las oposiciones?», pregunta Barrigón, «la información es precaria».

Pero los de Llamaquique no fueron los únicos. Y la insistencia de los futuros diplomados en Relaciones Laborales tuvo premio al final. Concentrados frente a la puerta del Rectorado, y armados con silbatos y cacerolas, sus protestas llegaron a oídos del rector, Vicente Gotor, que les recibió en su despacho.

Tres representantes de la delegación de alumnos expusieron a Gotor el porqué de sus peticiones: evitar la fusión de su carrera con un centro en el que, según sus palabras, no tienen «nada que ver». «Aunque los estudios de Relaciones Laborales son multidisciplinares, sus contenidos son mayoritariamente jurídicos», explica una de las alumnas, «así que le hemos dicho que, si la fusión con otro centro es inevitable, preferimos que sea con la Facultad de Derecho».

Según las representantes, la peor opción sería quedar incluidos en la nueva Facultad de Economía y Empresa. «Sería un centro con casi 4.000 alumnos y en el que el porcentaje de matriculados en Relaciones Laborales alcanzaría apenas el 11 por ciento», apuntan, «así es difícil que se nos tenga en cuenta». Mientras la decisión del Rectorado no tenga marcha atrás, parece que las cacerolas y los silbatos de maestros, pedagogos y expertos en relaciones laborales seguirán sonando.