La Sociedad Filarmónica de Oviedo acogió el martes la presentación del «Cuarteto Clásico de Oviedo», una joven formación que representa la decisión de la última cantera musical, integrada por jóvenes asturianos que empiezan a abrirse paso tras unas carreras brillantes en el Conservatorio Superior «Eduardo Martínez Torner». Pero existe un denominador común que se extiende a las nuevas generaciones: la disposición hacia la música de cámara. Un género que implica «los nobles servicios del músico concienzudo, para que resalte el auténtico valor fundamental de todo creador de música profunda», según escribió Telmo Vela, fundador de agrupaciones que en la primera mitad del siglo XX dinamizaron la producción y difusión de este género en España. Y por qué no, siendo un género abundante, tomarlo como vía de futuro profesional.

En su presentación, el «Cuarteto Clásico» dejó cuenta de una frescura no reñida con la competencia, a través de un programa de cuartetos con piano, que acercaron un formato y unas obras poco habituales en las salas asturianas. El «KV 478» de Mozart abrió el concierto con afirmación, con un estudio de las tensiones del «Allegro» y el contraste entre los movimientos. Equilibrio interpretativo para una obra en la que el piano fue ágil y preciso y las cuerdas regalaron momentos deliciosos, como en el «Andante». El programa continuó con el movimiento del «Cuarteto para piano y cuerdas en la menor» que se conserva de un joven Mahler, y en el que ya se atisba su personalidad.

El cuarteto destacó en una página bien acordada para la sonoridad del conjunto, a través de líneas amplias y dramáticas que recorren temas cromáticos, o juegos contrapuntísticos, para llegar a una cadencia del violín que antecede a la coda.

Para la segunda parte reservaron el «Op. 47» de Schumann, punto álgido de la interpretación del Cuarteto, que desarrolla los moldes clásicos en su estructura. Superado el «Sostenuto», que abre el primer movimiento, la formación se ajustó en el «Allegro», con la «tela que hay que cortar», por ejemplo en su desarrollo y reexposición ampliada. Destacó el lirismo mostrado por las tres cuerdas en el «Andante», que introdujo un inspirado violonchelo antes de las variaciones. Buen ajuste, para cerrar, en un «Vivace» que no descansa, con una forma cíclica siempre interrumpida, rica en progresiones que aportaron tensión.

Al «Cuarteto Clásico» le queda ahora rodar un gran trabajo ya hecho, para poder así pulir detalles de afinación y de conjunto. A las Sociedades Filarmónicas les toca ofrecer escenario para este fin y dar oportunidades para que conciertos como éste no sean citas puntuales. Pero con la mentalidad de un ciclo de música de cámara que domine el circuito, y que entronque con el funcionamiento tradicional de la sociedad.