Pablo GALLEGO

«Mira mamá, tiene hierba en el tejado», dice una niña mientras señala con el dedo. «Ya veo», contesta su madre, extrañada quizás por encontrar matas verdes -y hasta un pequeño árbol- entre las tejas del único edificio que conserva en su interior pinturas murales de la Alta Edad Media. La iglesia de San Julián de los Prados, o Santullano, construida en el Oviedo primitivo bajo el reinado de Alfonso I (791-842), también aloja palomas que se resguardan del frío en el muro que cierra la cabecera del templo. Animales muy distintos a los jabalíes que dejan sus marcas en el barro que rodea San Miguel de Lillo. Porque a los ojos de los turistas que visitaron estos días la ciudad parece que el Prerrománico no tiene quien lo cuide.

Dos de los edificios que conforman el corazón del arte asturiano -San Miguel de Lillo y San Julián de los Prados- resisten a los siglos a pesar del abandono de los gestores que deberían asegurar su conservación. Un tercero, Santa María del Naranco, luce mejor cara tras la profunda restauración que finalizó en septiembre de 2005. Ayuntamiento, Iglesia y Principado parece que harán ahora propósito de enmienda, con la firma de una fórmula «jurídica y administrativa» que sirva para implicar a todas las partes en la conservación y mantenimiento de estos monumentos.

Pero la cantidad de dinero que en 2010 servirá para curar las heridas del Prerrománico -algunas, porque no están previstas intervenciones en Santullano- parece claramente insuficiente. El último proyecto de Presupuestos del Principado ha arrastrado de nuevo a la arena política el precario estado en el que se encuentran estas joyas prerrománicas. El Ejecutivo regional y el Principado vuelven a enzarzarse en una lucha por asignar al otro el cuidado de unas construcciones únicas, con varios monumentos incluidos en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.

El Gobierno de Vicente Álvarez Areces ha reservado para el Prerrománico una partida de 459.364 euros, lejos de los 756.926 euros del Niemeyer. A esta cifra se unen los 390.000 euros del Ministerio de Cultura y 343.143 euros provenientes del 1 por ciento cultural. En total, 1,2 millones de euros que servirán, según la Consejería de Cultura, para abordar las intervenciones que Valdediós y San Miguel de Lillo necesitan. Según la consejera de Cultura, Mercedes Álvarez, es «la partida presupuestaria más elevada en un solo año para actuaciones en los monumentos de la monarquía asturiana». Para el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, otro escándalo de proporciones mayúsculas.

El curso pasado, el estado de conservación de las pinturas murales de esta iglesia fue el detonante de una nueva polémica alrededor del Prerrománico. Un debate que se cerró tras un informe de Cultura que calificaba de «correcto» el estado de conservación de sus murales, los primeros en los que el arte asturiano representó al ser humano. De ellos, ahora se conservan una figura entronizada y la imagen de un músico. Al parecer, un reclamo suficiente para que, con la iglesia cerrada a las visitas, los turistas introduzcan por las ventanas abiertas del templo sus cámaras digitales.

Loli Álvarez es asturiana, pero hace muchos años emigró a Andalucía. Este puente decidió traer a su marido y a una pareja amiga a conocer «los edificios que se estudian en los libros». «Pero no esperaba encontrarlos así», lamenta junto al cartel que anuncia los horarios de visita. «Están abandonadas de la mano de Dios», apostilla mientras señala las marcas que los jabalíes han dejado frente a la iglesia.

La conservación y vigilancia del entorno del Prerrománico en Oviedo es responsabilidad del Ayuntamiento. Así es ahora, y así quedará estipulado en el nuevo documento que se firmará el próximo febrero. La Iglesia asumirá su conservación y mantenimiento, y los gobiernos autonómico y central, su investigación y restauración.

«El de abajo es más bonito», comenta Igor Martínez a su novia. Se refiere a Santa María del Naranco, con coches aparcados en el arcén junto al monumento. «Comparada con San Miguel parece más nueva», bromea el joven sobre el que, según los expertos, fue pabellón de caza de Alfonso II y obra de Ramiro I (842-850) en el Naranco. Un lugar alejado de la ciudad y que, a su húmeda manera, mantiene a ambos edificios a salvo de la contaminación que ataca a San Julián de los Prados.

El «techo verde» de esta iglesia seguirá muy cerca de la autopista «Y». La obra de la losa que la separaría del tráfico ha quedado en suspenso, tras el voto en contra del PSOE en el Congreso. Un inmovilismo denunciado en diversas ocasiones por los vecinos, como los árboles que, ante los ojos de todos, crecen desde hace más de un año en el tejado de Santullano. La Consejería de Cultura del Principado advirtió entonces de que actuaría de oficio si la Iglesia no asumía las labores de limpieza de la cubierta. Pero el pino sigue allí. A los ojos de ciudadanos y turistas, el Prerrománico no tiene quien lo cuide.

Los turistas que el pasado lunes trataron de visitar los monumentos prerrománicos del Naranco se encontraron con los edificios cerrados. Una hoja de papel pegada en la puerta de San Miguel de Lillo anunciaba que los edificios no se podían visitar. «¿Cuándo quieren que los veamos si en pleno puente están cerrados?», se preguntaba Aurora García, de vacaciones en Asturias hasta ayer. «Hoy nos tocaba Oviedo, y esto ya nos lo perdemos», lamentaba.

Quienes decidieron subir visitar ayer Santa María del Naranco tuvieron más suerte. Ambos monumentos estuvieron abiertos entre las diez de la mañana y las doce y media del mediodía, y desde las tres a las cuatro de la tarde. Un horario demasiado reducido, que, según otros visitantes, obliga a perder «toda la mañana» o a quedarse «sin comer». Las franjas de tiempo en que pueden visitarse los dos edificios son las mismas desde el 1 de octubre y hasta el 31 de marzo y de martes a sábado. Los domingos sólo en horario de mañana, y los lunes entre las diez y la una.

Horarios que, según los visitantes, no facilitan «acercarse a ver los monumentos en un hueco», aunque desde el 1 de abril las horas de visita se amplían de 90.30 a 13.00 horas, y de las tres y media hasta las siete de la tarde de martes a sábado. Domingos y lunes, sólo de 9.30 a una de la tarde. «Tampoco hay nada que nos explique el origen de los monumentos o qué hay dentro si no podemos entrar», apunta García.

En San Julián de los Prados la cosa se pone más complicada. «Es la segunda vez que venimos, y esta vez tampoco hemos podido entrar», comentan María Rodríguez y Marco Puente, que visitan Asturias desde Bilbao. Con visitas sólo de 9.30 a 11.30 horas, muchos aprovechan las horas de culto para «colarse» en la iglesia y, desde los bancos, admirar las pinturas que decoran sus paredes. Los lunes, la entrada es gratuita entre las diez de la mañana y las doce del mediodía, únicas horas disponibles para entrar en un templo que, para los turistas, cierra domingos y festivos.