Pablo GALLEGO

Oviedo abrió el año con música. La capital del Principado se trasladó a Viena por una noche, y el Campoamor entró en el año 2010 de la mano de los valses y las polkas del pequeño de los Strauss. El concierto, que abrió el año musical ovetense, llenó el teatro casi por completo para cumplir con una tradición solidaria: destinar la recaudación a la Fundación Inocente Inocente. Una entidad que este año dedicará los fondos a la asociación asturiana Galván, que trabaja con niños enfermos de cáncer.

La orquesta «Oviedo Filarmonía», en su primer concierto tras su triunfal debut en París, estuvo dirigida por Manuel Hernández Silva. El director, titular de la Orquesta de Córdoba, se metió al público en el bolsillo durante casi dos horas de tradición vienesa. Y en lugar de a sus músicos, acabó marcando con su batuta los aplausos de los aficionados en la conocida «Marcha Radetzky» o los versos del «Pasodoble de la bandera», una de las propinas de la noche, que terminó con vivas a España.

El programa, patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA y que se repite esta tarde a las 20.00 horas, comenzó con la «Caballería ligera», de Von Suppe. Después vendrían la polka «Anna» y el vals «Rosas del Sur», ambos de Johan Strauss hijo. Mientras, enmarcado con un gran telón rojo y con el foso cubierto, el escenario del Campoamor fue cambiando de color, del amarillo inicial al verde, el naranja o el rosa. La polka «Eljen a Magyar» y el vals «Sangre vienesa» -según Hernández, «otro de los himnos extraoficiales de Austria»- completaron, junto con «Orfeo en los infiernos», la primera mitad del primer concierto del año. Tras un primer pasaje camerístico -con los dos primeros violines, una viola, dos violonchelos y un contrabajo- y ante un fondo decorado con llamas, toda la orquesta siguió las indicaciones del director, que, siempre en contacto con el público, hasta saltó sobre el podio. La obertura de «El barón gitano» y la polka «De la caza» calentaron motores antes de los platos fuertes del programa oficial: la polka «Entre rayos y truenos», con disparos incluidos; el vals «Voces de primavera» y el archiconocido «Danubio azul», «el vals más universal», según Hernández Silva, quien aseguró que la música de Strauss «sólo necesita una orquesta magnífica como ésta». Entre botellas de champán, el aplauso más largo de la velada fue para los profesores de «Oviedo Filarmonía», que un año más trasladaron la música vienesa a la capital del Principado en la primera madrugada del año.