La mirra se extrae del «Commiphora abyssinica», burserácea común en Arabia, Somalia y Anatolia, muy valorada en la antigüedad para perfumes, ungüentos y medicinas, y para embalsamar a los muertos. Su nombre, del árabe «murr», significa amargo, por su sabor acre y por asociarlo al dolor y la muerte. Para obtenerla, se hace una incisión en la corteza del árbol, de tronco desproporcionadamente grueso, y de esta herida brotan lágrimas, rojizas al secarse. La mirra es uno de los obsequios que los Reyes Magos ofrecieron al Niño Jesús y volvieron a ofrecérsela los romanos en la cruz, mezclada con vino, porque se le atribuía un efecto narcótico que mitigaba el tormento previo a la muerte, aunque, según Mateo (27: 34), Jesús la rechazó, para sufrir sin trampa ni cartón; también sabía que iba a resucitar. Yo tomé uvas con mirra en las campanadas de 2010.