Estrenaba Igor su nueva formación tras un exhaustivo rodaje en solitario y, a pesar de las inclemencias, contó con el apoyo de un buen número de incondicionales sabedores de lo especial de la fecha y de que este concierto sería recordado en un futuro que va a bendecir al «ex Babylon Chat» y a un repertorio digno de las más altas empresas. Fino como si por él no hubieran pasado las fiestas, artífice de un personalísimo rock que sabe beber no ya sólo de su padre espiritual Loquillo, sino de algunas de sus obsesiones musicales como el glam-rock, Igor integra en su propuesta un repertorio atractivo para el público más convencional sin que ello resulte un demérito, tal y como ocurría a mediados de los ochenta. Bien nutrido de guitarras -con el enorme Fer Marín, trasunto del Captain Sensible, eficaz pieza para que no desfallezca en ningún momento lo expresado por el astur-vasco-, Paskual consigue mantener el pulso firme de la actuación con grandiosas canciones («El peor novio del mundo», «Bebemos», «Bipolar») que han de llevarlo a ese lugar de privilegio que, sin duda, merece.