Chus NEIRA

De niño, cuando vivía en Asturias, Raúl Hernández ya tenía la pasión por el cine metida dentro. Le vino, dice, de esas noches en que le mandaban pronto a la cama, con la película a medias. Y como sólo había podido ver el principio pedía a sus padres que, por favor, pusieran el volumen muy alto. Así, desde la cama, reconstruía el resto de la película en su cabeza, plano a plano. De esas primeras secuencias mentales de la infancia hasta ver proyectado su primer largometraje, «Antes de morir piensa en mí», tuvieron que pasar muchos años, multitud de oficios y pasiones creativas. Y aunque esta vez el debut tuvo su lado negativo en la nula distribución y esfuerzo por parte de la productora, ayer Raúl Hernández pudo saldar una pequeña deuda con su patria. Oviedo estrenó ese «Antes de morir piensa en mí» en el Filarmónica, dentro del ciclo «Los círculos del crimen», y hoy lo hará Gijón, en el Casino de Asturias.

Para este director asturiano al que nacieron en Madrid en 1964 pero que regresó al poco tiempo con su familia a Asturias, donde pasó toda su infancia y juventud, poder estrenar «Antes de morir piensa en mí» en Oviedo supuso también saldar una deuda con el territorio donde tenía que haber rodado.

«Inicialmente», explicó ayer, «esta película se iba a rodar en Asturias, iba a reflejar mucho de la forma de ser y comportarse de los asturianos en los años setenta, pero al final, por exigencias de producción, no pudo ser». Tampoco pudo ser una vida normal en las salas de cine. «No tuvo trascendencia porque la productora no quiso exhibirla». Con todo, el director quedó satisfecho con la película, los actores, el resultado final, y espera ahora poder dar a su cinta una nueva vida en las televisiones. Su debut en este largometraje parte de hace más de diez años, de 1997, cuando escribe la obra de teatro «Los engranajes», que fue premio «Lope de Vega» al año siguiente.

En ese texto ya estaba contenido lo fundamental de lo que sería «Antes de morir piensa en mí», que había nacido de una noticia de sucesos datada en la Rusia post-perestroika. El caso hablaba de una pareja que había asesinado a un amigo en medio de una discusión. Después se habían ido a la cama, habían hecho el amor y a la mañana siguiente habían seguido con sus vidas mientras la mujer hacía hamburguesas del cadáver.

La anécdota dio para aquella obra de teatro en la que Raúl Hernández ya ponía el foco lejos del canibalismo y el morbo y muy cerca de las pasiones humanas, de la búsqueda de la felicidad, de la rabia de vivir, amar y morir.

Aunque Hernández escribió «Los engranajes» en menos de un mes, tardó mucho más tiempo y una veintena de versiones diferentes en convertir aquello en un largometraje.

De la obra de teatro inicial, sin un cronotopo definido, pues transcurría en un tiempo y un espacio universal, abierto, Raúl Hernández acabó por fijar la historia para el cine en la España de los últimos años del franquismo. Eso le sirvió, también, para hablar de una época «reprimida y desgraciada» de la historia reciente de España. «En esta película», explicó ayer, «hay vidas truncadas, no hay ninguna esperanza, pero sí rabia de vivir, amor y una pasión profunda que agita a todos los personajes».

Aunque «Antes de morir piensa en mí» fue su primer largometraje, la trayectoria fílmica de Raúl Hernández se había iniciado mucho antes, a principios de los años noventa, con los cortometrajes «Bajo la arena» (1992) y «Bajomonte» (1993).

Para el director de la Filmoteca de Asturias y responsable del ciclo «Los círculos del crimen», Bonifacio Lorenzo, estas dos obras permiten situar a Hernández dentro de la primera generación importante de nuevos cineastas asturianos, que completarían José Antonio Quirós y Gonzalo Tapia.

Al margen de estas dos películas cortas, Raúl Hernández sale pronto de Asturias, rumbo a Madrid, donde comenzaría al tiempo estudios en Ciencias Físicas y en el Instituto de Televisión Española. El teatro no estaba entonces en su mente. Al drama llegó casi de forma lateral, por el deseo de aprender más sobre la dirección de actores e ingresar, así, en la Escuela de Arte Dramático.

Lo que pasó a partir de ese momento fue que Raúl Hernández empezó a escribir obras de teatro y se dio cuenta de que el recorrido era mucho más rápido que en el cine. Reconocimientos en su carrera de dramaturgo no le han faltado. Junto al «Lope de Vega» por «Los engranajes» obtuvo también el «Calderón de la Barca» en 1994 por «Los malditos» y el «Born» en 2000 por «Si un día me olvidaras». Además, desde los años noventa forma parte del colectivo Teatro del Astillero, junto a Juan Mayorga, José Ramón Fernández, Luis Miguel González y el director Guillermo Heras.

Prueba del ritmo frenética de Raúl Hernández es su actividad profesional, junto a la dramaturgia y los trabajos cinematográficos, como realizador en Televisión Española, donde ingresó en 1988. Ahora, con la sospecha cierta de que la casa en la que lleva más de veinte años trabajando está a punto de cerrar, vuelve a sumar ficciones en otro campo. El 15 de febrero se presentará su primera novela, «Abrieron las ventanas» (Ediciones Irreverentes), una obra que en 1998, y en otra versión, ya había llegado a la final del «Herralde».

Lo dicho, pasión de narrador.

Ficha.

Guión y dirección.

Raúl Hernández Garrido

Fotografía y cámara.

Federico Ribes

Música.

Pablo Miyar

Reparto.

Sara Valles: Nina Carlos Kaniowsky: Miguel Chema León: Sergio Lola Molto: Madre de Nina Pep Ricart: Abogado Francisco Vidal: Juez Toni Miso: inspector Rebeca Badía: Teresa