No se sabe si la cuesta del año se sube a escarpados tramos o se baja a rollicones. En cualquier caso, ya hemos superado el primer tramo, la famosa cuesta de metro.

La llegada de los Magos de Oriente trastorna el calendario de Oviedo y estira el bullicio de diciembre hasta el 7 de enero. Los Magos, tan atentos, colaboran a la alegría de los niños y, de paso, a la de los comerciantes, que sabrán agradecer. Debe ser la magia la que hizo que la cara tristona del comercio se tornara luz y color. La cabalgata fue «demasiao», una euforia colectiva que calentó los corazones que todavía no sabían que se estaba cocinando nieve. Lástima que tras la cabalgata, con las ocas de cuento, exóticas aquí, no se llenaran a rebosar todas las zapatillas. Lástima que, siquiera una vez al año, no sean verdad los Magos, reyes o no, con sus barbas floridas y sus miradas bondadosas.

Llegó la nevada, que pintó de blanco inmaculado la ciudad y más allá. No hay nada tan bonito como la nieve blanca, ni tan feo como la nieve negra que dura en los bordes de las calles. El centro de Oviedo se limpió pronto, pero quizá confiando en que era fin de semana, que se prolongó en los barrios universitarios, tuvimos por allí nieve, hielo y caídas. En cualquier caso, eso de la nevada no es nuevo aquí, donde suele nevar tarde, por lo que no conviene guardar lejos el trineo.

Tras las luces de Navidad llega lo que llega, la rutina, que enseña lo que hay, con tímidos brotes verdes de tiendas que se abren y descaradas ortigas de las que se cierran.

Entre las novedades de este enero que estrena el año está su condición de año santo, sin olvidar que el verdadero año santo compostelano ha de pasar por Oviedo, donde tuvo su origen el movimiento jacobeo, con nuestro Alfonso II. Los que llegan hasta Oviedo a visitar al señor, antes de ir a Santiago a cumplir con el criado, con todo respeto para el apóstol, disfrutarán de una ciudad, la nuestra, llena de encanto, distinta del resto, con una personalidad que a veces parece correr peligro. Oviedo no debe caer en la tentación de disfrazarse de lo que no es.

Y hablando de año santo y de personalidad, tenemos nuevo arzobispo, al que deseamos que se encuentre bien aquí y tenga suerte en su misión. Bienvenido.

Llegué a pensar que era una inocentada con retraso, y todavía confío en que se sea eso lo de Foncalada y la amenaza de dar allí otra vuelta de tuerca a nuestro patrimonio con un discobar o lo que sea.

Quizás esa fuente de tan mala vida eche de menos el tiempo no muy lejano en que era centro de un barrio popular, con ropa tendida, niños jugando, bolera y sidra. Perdido el barrio de casinas de corredor, vino el acoso, a base de edificios pretenciosos a la vera del monumento, casas vulgares e inoportunas que no tienen otro camino que su desaparición. Allí hay que dejar espacio libre y dejarse de tener mentalidad de solar.

Parece una inocentada, efectivamente, a un mes de la fecha de los Santos Inocentes, y confiamos en que lo sea. La fuente llegó primero y posiblemente hablando latín. Muchos seguimos esperando para ella la prueba del carbono 14, con todas sus consecuencias, aunque a partir de ahí deje de ser el monumento civil más antiguo de una época.

Como Oviedo es Asturias y Asturias es Oviedo cabe aquí oportunamente la mención a Pepe el Ferreiro, merecedor de homenaje y reconocimiento de todos los que valoramos su trabajo pionero a la hora de recuperar y dignificar el patrimonio popular de Asturias, en esta tierra desmemoriada que siempre desprecia lo cercano por ignorancia y desamor.

Todavía andan por ahí las fotos de las capas de armiño y ya se asoma el Carnaval.