Mañana diré algo del impecable discurso que leyó Zapatero en Washington, con alusión al Deuteronomio y a la paz; no obstante, dado que los sábados dedico a las plantas esta sección, hoy tocaré el olivo, símbolo de paz en la tradición judeocristiana y citado en Génesis (8:11), 1 Reyes (6:23 y 33), Nehemías (8:15), el susodicho Deuteronomio (6:11 y 8:8), Job (15:33), Isaías (17:6 y 24:13), Jueces (9:8 y 9), 2 Crónicas (2:10) y Salmos (128:3). Además, ¿quién no recuerda la paloma que, con un ramo de olivo en el pico, anunció a Noé el fin del Diluvio?, ¿y el Huerto de los Olivos, en Getsemaní, donde Cristo sudó sangre? Aquí, pues, dejo constancia de la longevidad de este árbol de tronco retorcido y torturado, acosado por tordos, mirlos y estorninos, de la figura lanceolada de las hojas y de las virtudes de la aceituna, excelente aperitivo, rellena de anchoa del Tiberíades.