Sabrán ustedes que el socialista Juan José Corrales perdió la Alcaldía de Siero sólo por subirse al coche oficial después de haberse divertido, según su propio testimonio, de forma «prudente» en una noche de Comadres, al término de la cual se encontraba en «perfectas condiciones» para conducir. Perdió el bastón de mando tan sólo por eso y... bueno... porque el alcoholímetro que se empeñaron en ponerle en los labios los guardias civiles que lo toparon accidentado de madrugada en la rotonda de Argüelles insistía en marcar que el regidor sierense triplicaba la tasa permitida de alcohol en sangre.

La verdad es que es una pena que todo el mundo esté empeñado en amargar la fiesta a quienes se divierten de forma prudente y se encuentran en perfectas condiciones para conducir, sean obispa protestante o conspicuo arecista y gerente de una empresa del Principado, léase Francisco Villaverde. Es, sin duda alguna, una injusticia la que se comete con el ex alcalde sierense y sus afines en la diversión. Para su consuelo, Corrales debe saber que no es el único en sufrir esta conspiración internacional contra la sana alegría. Algo parecido le ha ocurrido al internacional galés Andy Powell, que ha sido expulsado de la selección galesa de rugby después de ser arrestado conduciendo por una autopista un carrito de golf robado. Powell será excluido con efecto inmediato del grupo de 35 jugadores convocados para el torneo Seis Naciones.

Andy Powell, de 28 años, está acusado de conducir borracho por una autopista al volante de un carrito de golf al que se subió después de participar en la celebración de los jugadores galeses tras la victoria ante Escocia. Fue una noche de «Compadres» con mucho paisanón robusto con el cuello subido de la camiseta. Powell será juzgado, fue juzgado ayer por un tribunal galés.

Según la prensa inglesa, el jugador terminó la celebración por la victoria a las seis de la mañana y, al encontrar cerrado el restaurante del hotel en el que se alojaban, decidió «tomar prestado» un carrito de golf y buscar un lugar en la autopista donde desayunar. Lo raro es que, con lo perfectamente que iba, Andy no se cruzase con Corrales, que también iba perfectamente.