Hoy presenta Paredes su última colección y exorna incluso las paredes del Museo de Bellas Artes, donde expone. Amenaza con un «Olimpo de coprófagos», pero ofrece un Limbo de redimidos. Dioses de estaño. Cuando nada queda por adorar, surge su arte pobre en miniatura, quemado y tumoroso, donde la anilla de una lata de cerveza es laurel oxidable de Zeus. El Olimpo por los suelos. Onírico, figurativo, filiforme, surrealista, reflexivo, iconoclasta, satírico, dramático... ¡Magnífico y breve! Paredes ennoblece al cardenillo y saca logaritmos de la basura. Denuncia el fracaso y, con restos del naufragio griego, arma cien chalanas sublimes. Pesca carbón y vende diamantes. A la legaña vuelve estalagmita, enreda en la caries y al pus troca en néctar; esculpe sal de Sodoma, tiñe al espanto de esperanza y da, como dio Conrad, con el corazón de la tiniebla.