David ORIHUELA

El experimento va más allá de un puro montaje para salir de gira y hacer caja. La idea de Mónica Naranjo, aquella cantante excesiva de los últimos años 90, de poner música sinfónica a sus grandes éxitos ha cuajado en «Adagio», el proyecto que ayer presentó en el auditorio Príncipe Felipe, en el que más de un millar de fans paladearon cada canción.

La cantante, acompañada de la «Symphonic Film Orchestra» de Madrid y del «Coro Nur», está de gira con una producción cuidadísima hasta en el último detalle y con unas ganas que quedan patentes desde la primera entonación. Las mismas que tenía el público asturiano de ver a su mito, porque la Naranjo va más allá de ser una estrella de la música. Muchos de los que ayer estaban en el Auditorio ovetense sienten auténtica pasión por esta mujer, al margen de que les guste, y mucho, su música.

La atmósfera de antes del concierto invitaba al recogimiento, el olor a incienso inundó la sala y presagiaba una liturgia en la que Mónica Naranjo sería la sacerdotisa, y los asistentes, entregados feligreses dispuestos al sacrificio.

La liturgia comenzó con los ayudantes, la orquesta tomando posiciones y el director saludando a un respetable que le recibió con aplausos. Tras una «intro» instrumental salió a escena la mujer. Mónica Naranjo, vestido ceñido, pelo cubierto y capa al viento. Desde ese primer momento su voz, con todas las texturas que es capaz de modelar, lo llenó todo.

A la primera: el público en pie. Es cierto que ya iban convencidos, que ella ya había ganado la partida antes de repartir las cartas, pero además convenció y mucho.

Uno de los más claros ejemplos de que «Adagio» no es un experimento fue «Desátame», el éxito incluido en 1998 en uno de sus discos triunfales, «Palabra de mujer», abandonó el ritmo pop-rock de aquellos años para empastar a la perfección con lo sinfónico. Es la orquesta la que se adapta al ritmo de la canción y a las variadas jugadas vocales de la intérprete, con lo que el tempo es el mismo y no se pierde un ápice de aquella canción que forma parte de la memoria colectiva, sino que gana en fuerza interpretativa por todo lo que aporta la orquesta. En fin, Mónica Naranjo, reinventada y con mucho que decir y que cantar.