Conocí a Pepe Monje -así le llamábamos- cuando él era directivo diocesano de la Juventud de Acción Católica y yo miembro adolescente del Aspirantado, lo que sería después el Movimiento Junior. Eran los años de una larga posguerra, mediado el siglo, cuando la organización estaba en el apogeo de una ferviente actividad, con millares de militantes en toda España.

Pepe era casi un recién llegado de su tierra leonesa como empleado de comercio, y su don de gentes, su simpatía personal y su dinamismo, junto a sus convicciones, pronto le dieron cancha para desenvolverse entre nosotros.

Vienen a la memoria nombres destacados de militantes de aquella Acción Católica: Senén Bodes, Ángel Sanchís, Leandro P. Avello, José Luis Céspedes, César Linera, Leandro Benavides, Luis Vega Escandón, Antonio G. Iglesias, Gabino F. Valdés, Ramón Sordo, los hermanos Estébanez, los Menéndez, los Coro... Pepe Monje formó equipo con ellos en una labor de notable influencia en toda Asturias.

En diferentes épocas, hay que recordar también a Luis Riera, inolvidable alcalde de Oviedo; Isaac Díaz, en camino de los altares; José María Alonso-Vega, Jesús G. Aparicio, Efrén Cires, Florentino Braña, Miguel Orejas, Juanjo Otegui; Justo Ureña, después cronista de Avilés; José Caso, quien llegaría a ser rector de la Universidad... La lista sería larga de nombres conocidos en el seno de una Acción Católica que, lamentablemente, sufriría un derrumbe en 1966 del que no se ha repuesto todavía.

Una crisis que ocasionó la diáspora de todos ellos hacia otras obras, organizaciones y movimientos: la rama de Hombres, que permaneció algunos años, Acies Christi, los llamados «Avelinos»; el Opus Dei, caso del propio García Monje; incluso a otros de carácter político y sindical.

En lo profesional, Pepe fue una persona de gran iniciativa y sentido social. Fundaría junto con Nilo del Cano los Almacenes Fruela, una tienda de gran éxito comercial en la calle del mismo nombre, entonces un eje comercial, de la que saldrían también una serie de buenos profesionales más tarde establecidos por su cuenta. Siempre estuvo ligado al sector textil, también en Villa París, Loden, Kopa Vestir y Galerías Principado, así como con varias tiendas en León y Valladolid.

Pero, sobre todo, fue un hombre consecuente, buen cristiano, amigo de sus amigos, asiduo de la vieja tertulia del Rialto y, desde hace unos años, de la que mantenemos aún algunos supervivientes de aquellos años. Aunque no se quejaba de sus dolencias, hace unas semanas dejó de asistir a nuestras reuniones por motivos de salud. Operado en la Clínica Universitaria de Pamplona, le sorprendió la muerte por una complicación.

Sin duda, Pepe Monje supo cumplir aquella máxima: «Que tu vida no sea una vida estéril, sé útil, deja poso».