Chus NEIRA

Han pasado siete años desde la última vez que Carlos Miguel Prieto (México, 1965), de profundas raíces asturianas, asentadas en Oviedo y en la localidad de Bueño, dirigió a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Hoy (Casa de Cultura de Avilés, 20.15 horas) y mañana (auditorio Príncipe Felipe, 20.00 horas) volverá a hacerlo, con obras del mexicano Chávez, la «Sinfonía Fantástica» de Berlioz y una vigorosa partitura del norteamericano Michael Daugherty. Ayer, tras los últimos ensayos, habló con LA NUEVA ESPAÑA de su carrera, de su familia, de su pasión musical.

-¿Cómo vive este reencuentro con la OSPA y con esta tierra?

-Ahora llego con mucha más experiencia. En los últimos diez años he dirigido una media de ciento cincuenta conciertos al año. Eso te da cierto callo. Y todo es más fácil cuando trabajas con una orquesta como ésta, fabulosa, flexible y con la que compartes ciertos vínculos emocionales.

-¿Qué le dice esta tierra?

-Es la mitad de mi sangre. Mis dos abuelos eran de Oviedo, y mi abuela, aunque francesa, se crió en La Manjoya. Crecí sabiendo de esta tierra, y cuando llego a esta ciudad, aunque no la conozca tanto, me siento como en casa, siento que comprendo a sus gentes, siempre tan amables, efusivas, honestas.

-¿Cuál es su primer recuerdo de Asturias?

-Mi abuelo, ya en México, constantemente hablaba de Asturias. Y aquí veníamos a pasar temporadas, a Bueño, que para un mexicano era de lo más exótico, con los hórreos, las vacas, la sidra, la forma de expresarse de la gente.

-Creo que a esa edad, con cuatro años, ya estaba con el violín.

-Sí. La música española y la francesa, por los gustos de mis abuelos, ya estaban en mis chips desde el principio.

-¿Su abuela Cécile Jacquet se preocupaba de su estudio diario?

-Ella era quien nos hacía estudiar, y siempre decía que valía más tocar media hora diaria que ensayar cinco horas seguidas una vez a la semana. Es una buena filosofía.

-¿Cuándo se puso en serio?

-En Estados Unidos, en los campamentos de verano del Interlochen National Music Camp, en Michigan. Y al final eso fue muy importante para mí porque aprendí muy pronto a hablar la música en inglés, la notación anglosajona. Eso me dio una gran ventaja. Y allí también puede conocer y tocar con gente como Rostropovich o Bernstein.

-¿Ya tocaba entonces en el cuarteto familiar, junto a su padre, el chelista Carlos Prieto?

-Sí, pero lo abrimos para el público más amplio más tarde. Entonces mal tocábamos, aunque ya hacíamos cuartetos de Haydn. Pero fui haciendo el oído con la música de cámara, y eso al final es esencial para dirigir una orquesta. La mejor forma de prepararte para dirigir, además de tocar y dominar un instrumento, es hacer toneladas de música de cámara. Trato de mantener en lo posible esta idea. En Nueva Orleans he hecho música de cámara con los músicos de la orquesta, y también he tocado como segundo violín. Eso te acerca. Porque rechazo totalmente la separación entre el director y la orquesta, y también con el público. La mejor manera de estar en contacto con una orquesta es tocar con ellos.

-Salió ingeniero de Princeton y preparado para el mundo empresarial de Harvard.

-Así es.

-¿Cómo cambió e hizo de la música su profesión?

-Tenía 27 años, que para otra profesión puede ser un cambio tardío. Ahora tengo 44, pero no tengo cinco dirigiendo, tengo quince, y con más de cien conciertos al año. Nada te enseña más como la experiencia. Te enseña a hacer y a saber cómo no se hace.

-¿Pero por qué cambió?

-Una crisis vocacional y la semilla que se había plantado desde muy chico de la música sinfónica. Estudié dirección y pude empezar pronto profesionalmente. En todo caso, este oficio es un proceso que nunca concluye, el de conocer cada vez mejor qué importa y qué no importa tanto.

-¿Y qué importa?

-Que la música tenga carácter, alma, que no sea sólo la suma de cuestiones de técnicas.

-Se reparte como titular en orquestas mexicanas y estadounidenses. ¿Hay diferencias?

-Es hacer un poco la caricatura, pero en Estados Unidos hay muy buenas orquestas con una sorprendente falta de carácter y en los países latinos tienen ese carácter, que a veces es difícil de amoldar a lo que quieres hacer.

-¿Y la OSPA?

-Se parece a la Sinfónica Nacional de México, que es una orquesta que responde rápido. Me gustan las orquestas capaces de un rango dinámico muy grande, en las que tocar corto sea realmente eso, tocar corto. Tocar con estas orquestas es muy agradable porque tratas de dar forma a algo que ya empieza con un alto nivel.

-¿Tiene empeño personal con la música contemporánea?

-Mi trabajo es encontrar compositores en los que creo e invertir para que se toque su obra. La obra nueva enriquece al público. Me gusta el público abierto, el que es capaz de escuchar algo que puede no gustarle. Parte de mi obligación profesional es ésta, pero eso no quiere decir que hagas programas con ochenta minutos de música nueva. Hay que balancear.

-¿Va a tardar tanto en volver a dirigir a la OSPA, una formación que, por cierto, se queda ahora sin director titular?

-El que les tome volver a invitarme, espero que no pasen siete años.

-¿Se ve en otro continente?

-La vida cambia. Hace diez años no creía que acabaría en Nueva Orleans. No estoy cerrado a nada ni aferrado a nada.

«Asturias es la mitad de mi sangre, aquí me siento en casa, siento que comprendo a sus gentes, tan honestas»

Perfil.

Carlos Miguel Prieto (Ciudad de México, 1965) es hijo y nieto de músicos y empresarios de origen asturiano, perteneciente a una saga salida, hace generaciones, de la localidad de Bueño. A sus 44 años, este ingeniero electrónico por Princeton con máster empresarial en Harvard, es ya titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de México, de la también mexicana Sinfónica de Minería y de la Orquesta Juvenil de las Américas. En Estados Unidos asume además la titularidad en la batuta de la Orquesta Sinfónica de Louisiana y de Huntsville.