En momentos de penuria como los que vivimos siempre es bonito esbozar una sonrisa y comprobar cómo el camino recorrido no ha sido transitado en vano. Eso hizo «Muñeco Vudú», recopilando en una sesión todo lo sembrado en días de vértigo y trabajo duro; en días de vino, cerveza y rosas que han levantado una ciudad mortecina hace tan sólo un lustro. Si hoy los jueves son mejores que los sábados en esta Vetusta tan contradictoria es gracias a muchos de los que se subieron al escenario en una celebración de amigos con una calidez inusual para un recinto como el de la entidad bancaria, con esa solemnidad que imponen la falta de humo y bebida. Un telón nos mostró el nuevo videoclip de la banda, acertado «Ahora me toca a mí», preludio de una primera manga donde no faltó el siempre celebrado «No puedo vivir sin ti» de «Los Ronaldos», que inauguró un desfile musical de amigos donde lo que se perdió de precisión en el sonido se ganó en el deseado ambiente de fiesta. El set acústico se prolongó por unos ajustes, pero mereció la pena, sobre todo por el estreno de la hermosa «7 Gotas», que parece inaugurar una nueva vía cercana al rock italiano de los sesenta (como una especie de Tonino Carotone emotivo o, ya directamente, el gran Adriano Celentano). El tercer tramo, otra vez en eléctrico, comenzó por todo lo alto con el «Baile de ilusiones» de Ariel Rot que han logrado hacer suyo, con la indispensable adición de Pablo Moro, uno de los múltiples invitados, entre los que brilló Julio Fernández -ejemplo de tesón y amor al rock de la escena ovetense- a una armónica que nos hizo rememorar al mismísimo Lee Brilleaux (Dr. Feelgood). El bis, ya con el público suelto, sirvió para poner sobre las tablas a todos -grupo e invitados- como colofón a una fiesta que se prolongaría hasta el fin de una noche para brindar por la buena salud del rock en la ciudad (y que no venga ninguna candidatura a mancharla).