Casi no hizo falta invocar las palabras mágicas para que «Groovie Doobie Groove» comenzaran una nueva celebración a la mayor gloria... ¡de la fiesta! Encendidos por ese cruce entre el virtuosismo de Keith Emerson y el desfase infinito de John Belushi que es su teclista arengador Chus Neira -flequillo al viento, perenne pitillo en boca, carteles en mano para instruir a la arrebujada audiencia-, los ovetenses nos condujeron al éxtasis pleno, a través de una coctelera sónica poco habitual, por los caminos del soul, del acid-jazz, de un muestrario rico y ejecutado con convicción. El tiempo se hizo corto, con una sección de viento atinada (Tino Cuesta a un espectacular saxo, David López a una trompeta que no perdía el paso) y una base rítmica incansable (efectivos, certeros, Panci Calvo y Alfonso Vega), mientras Neira pide bailoteos a cambio de matasuegras -con los que el público completará los metales, sí, créanselo- y el personal se despacha con gritos de ánimo colchoneros, que para eso era una noche sin que los aspersores mitigaran los entusiasmos futboleros y, gracias a los ovetenses, también musicales. Cuesta acaba sobre la barra del local, mientras el resto llega hasta las inmediaciones del futbolín, para que el pasacalles remache una fiesta a lo grande, de las que hacen época. ¡A celebrar!