Si nada tuerce el acuerdo para saldar la deuda de «Villa Magdalena», aprobado esta misma semana en el Pleno municipal y con el que el Ayuntamiento de Oviedo liquida la expropiación del palacete con la cesión a Comamsa del subsuelo de Uría para realizar allí un inmenso «parking», el presente año 2010 puede convertirse en la cara de la cruz que supuso, para el empresario y promotor Miguel Ángel Menéndez del Fueyo, aquel 1995.

El hombre al frente de Comamsa (antes Melandrera, antes Asturcosa) fracasó por dos veces el mismo año en que Miguel Induráin conquistaba su quinto Tour. Una de esas derrotas fue limpia, sin discusión. Había relevo en la patronal asturiana y aquella vez no hubo candidatura única. A la de Severino García Vigón, hoy todavía al frente de FADE, le salió la de un leonés nacido al mundo empresarial en Asturias, Miguel Ángel Menéndez del Fueyo. Fue una campaña bronca. Mucha intoxicación. De Del Fueyo, que entonces llevaba ya 25 años en la región, que había llegado aquí por Ensidesa y que con poco más de veinte años ya se había puesto el traje de constructor y promotor, con unos edificios en Soto del Barco, se decía que tenía el apoyo del Opus y la amistad de Gabino de Lorenzo, que en 1995 lograría su primera mayoría absoluta. Se esperaba un resultado menos abultado, pero finalmente Vigón ganó por más de cien votos (173 frente a 72), y Del Fueyo parece que enterró allí otros afanes que no fueran los de su negocio.

El otro revés, que con los años parece que no lo ha sido tanto, fue el fracaso de la negociación que entabló ese año con el alcalde de Oviedo para ceder «Villa Magdalena» al Ayuntamiento a cambio de un aprovechamiento urbanístico en la parcela. La finca y el palacete de la avenida de Galicia, obra de Juan Miguel de la Guardia, se bautizó «Villa Julia» en 1902, pero fallecidos los primeros dueños y arruinado el segundo, Alfredo Figaredo Herrero (de la familia del ex ministro Rodrigo Rato Figaredo) adquiere el conjunto y le cambia el nombre por el de «Villa María Magdalena». Su mujer, María Magdalena Argüelles Álvarez-Campa, ya viuda, sería la última habitante del caserón. Entre los años ochenta y los noventa, transfirió la propiedad a Proina, una sociedad de la familia Figaredo, a cambio de una renta vitalicia. Y fue entonces cuando Del Fueyo acordó con Proina un alquiler con opción de compra. Y fue un poco más tarde cuando Del Fueyo y De Lorenzo se sentaron a ver cómo iban a hacer aquello.

La leyenda de aquellas negociaciones dice que a cada principio de acuerdo Del Fueyo pedía construir una planta más en sus aprovechamientos, hasta que el alcalde de Oviedo se hartó y dijo que no, que no había trato. Habría expropiación. Otra versión del mismo cuento asegura que más que enfado De Lorenzo apartó la operación por miedo político; no quería dar más alas a una campaña que afirmaba que estaba favoreciendo a la familia de Rodrigo Rato.

El resto es historia tantas veces contada. El Ayuntamiento de Oviedo no consignó el justiprecio y eso permitió a Del Fueyo enterrarse como un castor en aquel año noventa y cinco y seguir royendo todos estos años una expropiación que pasó de los 1.390 millones de pesetas iniciales (8,3 millones de euros) a los 62,9 millones de euros que pedía antes de alcanzar el acuerdo del «parking» de Uría. La finca de la avenida de Galicia se ha quedado finalmente en 29,5 millones de euros y en el subsuelo del corazón de la ciudad. La deuda parece que se ha saldado. No es Del Fueyo de los que sueltan el hueso. Y sí de los que se la sirven fría. Hombre de revanchas, cuando no le salió bien la operación del Centro Cívico y tuvo que incluso vender su casa en la zona de Avilés, regresó a la zona, chalé en Salinas, orgulloso de haber vencido el bache.

Cuatro hijos, y un quinto que ha llegado hace poco, ya fuera de su matrimonio anterior, es casi toda la noticia biográfica íntima de este promotor y constructor con muchos intereses en el sector de los aparcamientos. Del Fueyo, un auténtico corredor de fondo.