En este Oviedo crecido que vivimos hay jardines y rotondas ajardinadas que, bien cuidadas y floridas, dan una imagen alegre que anima la dureza de muchos paisajes urbanos. A cambio, desaparecen algunos de los pocos jardines clásicos que vivificaban con su verdor la ciudad histórica, que no sabe de rotondas ni parterres de pensamientos morados. Uno de esos jardines era hasta ahora el del Palacio de Toreno, asomado a la calle de Altamirano.

No andamos sobrados de palacios, pero contamos afortunadamente con buenos ejemplares de edificios de barroca belleza, sin contar con el palacio medieval de Santa Cruz, recién restaurado. Los que ahora se llaman pomposamente palacios, palacios del siglo XXI, no cuentan, porque, aparte del tamaño, poco de palaciego tienen.

El palacio conocido como de Toreno, en la plaza de Porlier, de innegable aire asturiano, conserva la fachada y algunos elementos interiores, como la escalera, que cualquier día puede desaparecer, siguiendo los pasos de la puerta de entrada, el zaguán y el propio patio, que ahora está disfrazado, como avergonzado de su propia belleza. Y siguiendo con el desguace, le toca ahora la movida a la parte de atrás, donde una fachada discreta se asomaba a un jardín, entre medianeras, a la vera de la muralla, que por allí se esconde tras las casas, en buena vecindad. En los últimos años ese jardín vivió vida zozobrante, porque a él iban a parar los restos de la temprana movida que llenó la calle Altamirano con la juventud con el vaso de tubo en la mano, que una vez apurado se lanzaba a través de la verja al verde retal trasero del palacio, que se limpiaba muy de tarde en tarde y se segaba también escasamente. Y así hasta que en el penúltimo tiempo se mostró como jardín sobrio y umbrío, con el verde en orden y los botes de refresco en franco retroceso.

Y de repente, atropellado con los motores y las llantas aquel reducto de un tiempo eterno, a la vera de lo que fue primer Ayuntamiento de la ciudad, que teníaa mazmorras en sus bajos, llegó lo que ahora se ve, una obra impropia que camufló la fachada para que parezca moderna y prepara el jardín para convertirlo en aparcamiento, ahora que lo que se lleva es la pleitesía a su excelencia el automóvil, que algunos querrían colocar debajo de la cama.