El roble albar o carbayo es árbol bellotero, de porte majestuoso, hojas lampiñas, de breve pezón e inconspicuas flores, masculinas y femeninas en la misma rama. Contiene ácido cuercitánico, poderoso astringente, para comprimir esfínteres muy dilatados. Sus bellotas se utilizaron por los pobres en épocas de mucha hambre: «Gente de roble, pan de bellotas». Por su dureza y resistencia, se emplea en construcción, en vigas y cerchas; también para fabricar papel de libros; se tala, se muele, se calienta en un tanque con agua y químicos, que producen la pulpa, se añade almidón y arcilla, que da brillo y fuerza, se seca, se blanquea con cloro o peróxido de hidrógeno, menos contaminante, y de ahí a La Biblia o a «La Regenta» no hay más que un paso, y un soplo divino. Nuestro alcalde, que es la de Dios, plantó un versículo en el Campo, para reivindicar la cultura carbayona.