Todos los santos tienen octava, y san libro, también. A las dos octavas de su fiesta celebra la ciudad la feria del libro, con el acertado nombre de «Libroviedo», convertida ya en un clásico, en su decimoséptima edición.

Las historias de los libros de Oviedo corren parejas a las de la ciudad, ya que desde los tiempos de la fundación, que no ha de confundirse con la Fundación, hay noticias de libros aquí, unidos a la propia condición de la población, como sede real, como temprana sede de obispado y así hasta hoy, como ciudad mercado. A todo esto hay que añadir el refuerzo que supone su condición universitaria, que ya ha cumplido sus primeros cuatrocientos años.

La vida libresca de Oviedo puede seguirse desde sus bibliotecas, desde sus librerías y desde los autores que de aquí parten o aquí llegan.

Borradas del plano y de la memoria de la ciudad las viejas y longueras librerías anteriores, con la excepción de la decana Ojanguren, el siglo XX fue siglo de florecientes librerías, algunas desaparecidas hoy, y el XXI vive el universo de los libros con buena salud. Ojeando libros antiguos unos, sólo añosos otros, encontramos en ellos los sellos de las librerías perdidas, como la Galán, Collada, Internacional, La Escolar, La Carpeta y otras, que con sus estantes se llevaron sus tertulias.

Entre escritores, impresores y libreros se formó en Oviedo un importante tejido bibliográfico. El libro, nacido para perdurar, informar, formar y emocionar merece figurar como arte viva de esta ciudad que vive con, por y para los libros.

Ahora que se anima la cosa con el proyecto de la capitalidad cultural, los libros, las bibliotecas, las editoriales y las librerías de Oviedo, con los autores y los lectores, claro, imprescindibles, merecen capítulo especial en el cuadro de honor de los méritos de Oviedo, y «Libroviedo» es el estandarte.

Pasen por el paseo de los Álamos, paseo por excelencia de la ciudad. Allí esperan los libros, con sus hojas abiertas.