No están los tiempos para esbozar sonrisas, pero éstas son la medicina ideal para arrostrar cada tragedia cotidiana. Y en cada sueco anida una novela negra, sí, pero también el espíritu de «Abba» que nos hizo perder la inocencia. Pueden ser un torbellino de rock como los «Nomads» o una oleada de pop como la de estos cinco muchachotes. Como si en los 80 hubiésemos cruzado a los «Housemartins» con los «Fall», entre el pop de raíz quebrada y el rock más gamberro y, no por ello, reivindicativo de toda mala leche acumulada, los altos rubios sin selección de básket construyen un show a la mayor gloria del baile, del despendole.

Música para ahogar las penas, para disfrutar de esa pelirroja que se contornea a tu lado con su vestido negro, para imaginar esas historias de amor que en la realidad nunca llegan a buen fin. Un mundo pop que ellos saben alumbrar con un agradecible tono. Oiremos hablar de ellos en el futuro.