L. S. NAVEROS

Un bosque que ha sobrevivido milagrosamente a los siglos, pese a estar situado en el «kilómetro cero» de la región, y que está unido simbólica y físicamente a la historia de Asturias y sus instituciones. Éste es, a grandes rasgos, el Campo San Francisco, según el estudio elaborado por Asamblea de Ciudadanos por la Izquierda para exigir a la Consejería de Cultura su protección como bien de interés cultural, dentro de la categoría de jardín histórico.

El informe de Ciudadanos comienza analizando por qué el Campo aún no tiene la máxima protección que se puede otorgar al patrimonio -por la evolución de las competencias culturales, que ha impedido un criterio unitario en la protección monumental- y concluye exigiendo la declaración de BIC y la delimitación de su ámbito de protección, porque «hay que evitar a toda costa que una nueva acometida de la furia urbanizadora del suelo y del subsuelo altere más su actual configuración y fisonomía, que debe ser protegida».

El estudio destaca el vínculo del Campo con las instituciones que representan la soberanía popular de los asturianos, pues la Junta General del Principado y la Presidencia del Gobierno regional se levantan donde en su día estuvo el convento de San Francisco, «cuya fundación tradicionalmente se atribuye a un compañero del propio San Francisco de Asís, fray Pedro el Compadre, que habría pasado por Oviedo en la primera mitad del siglo XIII». Allí, junto a la huerta del antiguo convento, «estaba presente la naturaleza virgen, que en buena medida permanece atrapada en las zonas menos urbanizadas de este gran jardín, y la llegada del hombre, que empieza a modelarla en capas históricas».

El documento hace un repaso a la evolución urbanística de la ciudad en este espacio privilegiado, desde el siglo XIII, cuando «era el lugar tradicional de reunión de los "omes bonos", tradición confirmada documentalmente por una real cédula expedida en Burgos por Fernando III en 1234, por la que el concejo ovetense era compelido a reunirse en aquel gran espacio», hasta la urbanización de la ciudad burguesa, con la apertura de la calle Uría.

La acción sucesiva de los jardineros municipales, cuando el Campo ya era un jardín urbano, y el Jardín Botánico creado por la Universidad entre los años 1868 y 1874 son otros de los hitos de la historia del Campo que recopila el informe, que concluye que «la declaración BIC, en estos momentos en los que se anuncian grandes modificaciones urbanísticas en su entorno, es una ineludible obligación para la administración cultural asturiana».