Pablo GALLEGO

Preocupación y sensación de desconcierto. Son dos de las sensaciones que despierta el proyecto de reforma del Campoamor entre los representantes de la Ópera de Oviedo y algunos de quienes ocupan las plateas del teatro, que desaparecerán tras las obras para dejar paso a tres filas de butacas sin paredes de por medio.

El teatro Campoamor es de titularidad municipal. El Ayuntamiento decide qué se hace en él, y es el responsable de la reforma, a cargo del segundo «Plan E». Pero de septiembre a febrero, el Campoamor se convierte en teatro de ópera, de ahí que el presidente de la fundación que gestiona el ciclo lírico, Jaime Martínez, no pueda ocultar su preocupación. «Me inquieta que el teatro pierda su encanto estético, cómo vamos a ubicar a los abonados -las zonas del Campoamor que cambiarán tienen un público de ópera fijo- y qué visión tendrán desde las nuevas butacas», resumió ayer. «Supongo que las cosas pueden hacerse mejor que eso», añadió.

En el pliego de condiciones de la obra se señala que la sala principal debe estar lista el próximo 1 de octubre. «Por eso se dice que trabajarán de noche», señala Martínez. Los ensayos de la primera ópera de la temporada, el estreno el 18 de septiembre en Oviedo de «L'incoronazione di Poppea», comienzan a finales de agosto. Con los obreros trabajando. «Cuando se hace una obra ya se asume que va a haber problemas», reconoce, pero los trabajos afectarán al desarrollo normal de los ensayos y las funciones.

La desaparición de las plateas no sólo afecta a los abonados, sino a los patrocinios de la propia institución. Las empresas e instituciones que, con su dinero, mantienen la temporada de ópera utilizan sus palcos para dar a conocer la ópera,. «Hay una empresa que trae a invitados de Madrid a ver las funciones», señala Martínez. Aficionados a la ópera que dejan dinero en la ciudad dentro del programa de relaciones institucionales de las empresas. Algo que, con la desaparición de los palcos separados, puede que cambie. «Y sí, el público de las plateas puede sentarse en otro sitio, pero no es lo mismo», reconoce.

Algunos de los abonados que, desde hace años, mantienen sus butacas en las plateas del actual Campoamor tampoco han visto con buenos ojos el proyecto de reforma previsto. «El teatro puede quedar desfigurado», señala Esteban Alú, presidente del Ateneo de Oviedo. «Y una vez hecha la reforma ya no habrá marcha atrás», añade. El oftalmólogo Luis Fernández-Vega Sanz, a pesar de que los trabajos ya han empezado, se muestra escéptico sobre el futuro de las plateas. «El teatro perdería su personalidad, así que no creo que Gabino de Lorenzo nos quite las plateas», sentencia.