Chus NEIRA

Jordi Costa (Barcelona, 1966) ha logrado hacer de su afición, especialización y de ahí, un oficio. Pocos aspectos de la cultura pop le son ajenos, aunque su firma destaca en la prensa nacional como crítico cine. Hoy a partir de las cuatro menos cuarto de la tarde en el salón de actos de la Facultad de Psicología clausurará el curso sobre series de televisión «Todavía voy por la primera temporada». Lo hará, primero, con un análisis comparado de las versiones británica y americana de la serie «The Office» y después, con una mesa redonda sobre los límites del humor al lado del escritor Fernando Menéndez y del productor Felipe Pontón.

-¿Comparte la idea de que la mejor ficción está hoy en la televisión?

-No. En televisión se está haciendo muy buena ficción, pero me sería muy difícil decir si es mejor la ficción del cine o de la literatura. Hay otra variante de esa afirmación que es la de que el mejor cine se hace hoy en televisión. Ahí estoy completamente en desacuerdo. «The Wire», «Los Soprano» o «Lost» son muy buenas, pero no soportarían su paso al cine. Y, por otra parte, el cine actual está viviendo un momento muy bueno, donde conviven productos para todos los públicos tan interesantes como «Toy Story 3» con la película de Apichatpong que ganó en Cannes, que es un modelo cine de autor que no tiene que ver con el cine de autor de los sesenta. En todos los registros se está avanzando en la buena dirección. Y en televisión encuentro que las series son distintas a las de los sesenta, pero no estoy seguro de que «Los Soprano» sea mejor que una buena serie policiaca de los sesenta.

-Tiene claro que «Los Soprano» no es mejor que «El Padrino».

-Clarísimo, por supuesto que no. Al menos como narración audiovisual. Posiblemente «El Padrino», si lo fragmentáramos en episodios de cincuenta minutos también daría una mala serie. Son distintas formas de narrar.

-¿Pero quizá la televisión gana frente al cine, al menos en consumidores, por esa tendencia a la «youtubeización» de las cosas?

-Lo que pasa es que el éxito de series de tantas temporadas o el de los libros más vendidos, todos de 500 páginas, desmiente un poco esa idea y refuerza la de que nos gusta vivir y y convivir durante un largo espacio de tiempo con los mismos personajes. YouTube sí permite el éxito instantáneo de una chorrada, pero es difícil establecer paradigmas generales en esta sociedad en movimiento permanente.

-Hoy hablará de humor. ¿Cómo anda la comicidad de la tele?

-Bien. Soy bastante más aficionado a las series de humor de episodios de veinte minutos autoconclusivos y no del gusto de las grandes sagas. Hoy vamos a hablar de «The Office», y trataremos de ver cómo la versión inglesa original significó una ruptura bastante violenta con la telecomedia habitual, mientras que la versión americana, siendo bastante notable, de repente devolvió las cosas al redil, lo fue convirtiendo en telecomedia tradicional. Hay una contradicción interesante que demuestra que toda revolución en el medio televisivo acaba siendo neutralizada.

-¿Pero el humor incorrecto es hoy posible en televisión?

-En algunos canales de pago se permite. Hay series en donde se pueden decir tacos, aunque no sé si eso las convierte en mejores. Por otra parte, pienso que hace años hubiera sido inconcebible una serie como «South Park», o que en canales como Cartoon Network se hagan cosas como la franja horaria «Adult Swim», que van muy lejos.

-Hay programación infantil muy osada. ¿Bob Esponja?

-«Bob Esponja» tomó el testigo de «Ren y Stimpy», unos dibujos que la cadena que los emitía consideraba de registro duro, violento, que ofrecía cosas perturbadoras para los niños. Ha retomado esa línea de una manera muy inteligente.

-¿Como «The Office»?

-Sí, porque neutraliza lo inasumible de «Ren y Stimpy» y ha creado el equilibrio perfecto en el que un adulto detecta determinados subtextos y un niño disfruta.

-Dice que «South Park» no hubiera sido posible hace años. Sin embargo, ahora nos escandalizamos con un corto de Krahe de hace treinta.

-Porque estamos hablando de la realidad de determinadas televisiones, de canales de pago. En televisión en abierto en países donde hay sectores conservadores capaces de invertir energías en ir contra Krahe, es otra cosa. Del mismo modo que también hoy no sería posible una gala como la de la última cena de Gurruchaga. Cada vez que se rompe un tabú queda un hito histórico. Lo difícil es sobrevivir rompiendo tabúes como «South Park».

-¿Su optimismo se rebaja la hablar de la televisión nacional?

-No soy optimista con la televisión española. Los canales de pago no trajeron producción alternativa y sólo funcionaron como un vídeo comunitario digital, pero cosas como «Adult Swim» en Estados Unidos, Canal 4 en Gran Bretaña, o Arte en la francesa son ejemplos de que otra televisión es posible.

-¿Su opinión de la ficción televisiva nacional?

-Mala, como la de cualquier espectador que no ha logrado engancharse nunca a estas series. He visto buen culebrón clásico en la catalana y mi hizo feliz el salto de la «Hora Chanante», pero hay un contrapeso conservador muy fuerte de una audiencia de gustos no demasiado modernos.