Antonio Acebal de la Vallina, físico-químico e industrial, falleció ayer en Oviedo, a los 90 años de edad.

Acebal desarrolló una larga y fecunda carrera profesional como investigador del Instituto del Carbón, en La Corredoria, y al tiempo era copropietario de la panadería El Molinón, un clásico de la ciudad, ya que su origen se remonta a la primera mitad del siglo XIX y durante ciento cincuenta años fue una referencia carbayona, siempre en la calle del Águila.

El Molinón, pionera en Asturias en los procesos industrializados para la fabricación de pan, había sido fundada por su bisabuelo Francisco y el hermano de éste, Xuan María, considerado como el mejor poeta en asturiano. Con raíces en Piloña, los Acebal también crearon una fundición de metales en el mismo solar de la que salieron piezas importantes de la catedral de Oviedo. Esa fundición se fusionó posteriormente con la firma La Amistad, con fábrica en la calle Río San Pedro. En la geografía urbana carbayona, la vieja chimenea de El Molinón, de ladrillo y planta cuadrada, fue una referencia. A su pie estuvo durante décadas Casa Modesta, un afamado establecimiento de comidas. Casi contigua se conservaba una torre medieval que desgraciadamente se perdió en la posguerra. Recientemente, el contratista que derribó parte de El Molinón indicó a este periódico que había descubierto dos antiquísimos túneles, ya cegados, que saliendo de la panadería iban, uno, hacia el monasterio de San Pelayo y, otro, hacia la Catedral.

Tal era la tradición y el entorno donde vivió y desarrolló parte de su actividad profesional Antonio Acebal que deja viuda y siete hijos. El funeral se celebrará hoy, a las cinco, en San Tirso, y, acto seguido, recibirá sepultura en El Salvador.

Por otra parte, también ayer falleció en Oviedo Milagros Vázquez, a los 80 años de edad. Era cabeza de una familia propietaria de varias pescaderías en la ciudad. Durante años regaló una langosta a cada futbolista del Real Oviedo que me metiese un gol en el Tartiere.