Pablo GALLEGO

La reforma en la educación universitaria que recorre Europa es imparable. Por eso, cuando algunos de los cuarenta y siete países que asumieron la Declaración de Bolonia el 19 de junio de 1999 aún no han terminado de adaptar sus carreras al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) -entre ellos, España-, ha llegado el turno de afrontar la reforma del Doctorado. Una etapa de la formación universitaria dedicada a la investigación que, según el real decreto que prepara el Ministerio de Educación, puede quedar reducida a tres años. En la Universidad desde los 18, con cuatro años de estudios de grado, uno de máster y tres de investigación, los doctores de Bolonia serán los más jóvenes. Tendrán 26 años.

Esa aspiración se cumplirá si los «investigadores en formación», como les denomina el vicerrector de Investigación de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, se dedican a su programa a tiempo completo. Si no es así, el decreto amplía el plazo a 5 años. «La organización del doctorado exigirá más al investigador, a su director de tesis y a su tutor; y sí, el tiempo es suficiente», afirma García Granda, catedrático de Química Física.

Los estudiantes que decidan cursar el doctorado -según la Universidad, en Asturias se leen entre 150 y 200 tesis al año- habrán superado ya las dos etapas anteriores del nuevo modelo de educación superior. Primero, los cuatro años del grado. Después, el año del máster -hay algunos de duración superior, pero la mayoría son de uno, a diferencia de otros países de Europa, que plantean grados de 3 años y másteres de 2-, antes de enfrentarse a la carrera investigadora. Aquí es donde el nuevo real decreto, en fase de debate, se une al proyecto de Ley de Ciencia.

Según el vicerrector de Investigación, los estudiantes no serán becarios, sino que tendrán «contratos de 4 años». Tres para el doctorado y otro más por si tienen que solicitar alguna de las prórrogas (2 años para los que se dediquen a tiempo completo, tres para los de dedicación parcial), que pueden concederse, en casos concretos, con el visto bueno de una comisión académica de la Universidad. Además, contarán con un máximo de «un año» para bajas por maternidad o enfermedad.

Otro de los aspectos que cambiarán en la nueva normativa del doctorado -la cuarta diferente en los últimos 12 años, tras las de 1998, 2005 y 2007- serán las calificaciones de las tesis a defender. Cada investigador tendrá un «registro de actividades personalizado» que cubrirá su período de trabajo y que se entregará al tribunal que valore su tesis. La mayoría de los miembros de este jurado tendrá que ser de una universidad distinta a la elegida para cursar los estudios de tercer ciclo, y las notas se reducen a dos: «no apto» o «apto». Además, la distinción «cum laude» («con honores»), que premia la excelencia del trabajo presentado, no se aplicará a la inmensa mayoría de las tesis desde el momento mismo de su presentación. Según García Granda, «se decidirá en una votación posterior» para «recuperar el valor» original de la mención. «Sólo se premiarán así las investigaciones que sean realmente brillantes», añade.

Dentro de su adaptación al nuevo doctorado, un punto en el que la Universidad de Oviedo parte con ventaja, queda pendiente la forma en la que, con Bolonia, se organizará este tipo de docencia especializada. Aunque no es obligatorio, el decreto prevé la creación de Escuelas de Doctorado y de Posgrado, una iniciativa incluida dentro del proyecto de Campus de Excelencia Internacional (CEI) de la institución académica asturiana. La constitución de la Escuela es el primer objetivo a desarrollar con el sello de calidad europeo, y en la convocatoria de 2010 del CEI, el Ministerio de Educación otorgó a la Universidad de Oviedo una subvención de 40.000 euros para su desarrollo.

Al frente de ese centro deberá haber, según el decreto, «un investigador de reconocido prestigio», afirma Granda. Suya será la responsabilidad de integrar en la Escuela institutos de investigación, empresas de base tecnológica u hospitales que colaboren en el desarrollo de las líneas de investigación «fuertes» de la Universidad. En el caso de Asturias podrían estar relacionadas con los dos «cluster» vinculados al proyecto del Campus de Excelencia: el de Biomedicina y el de Energía, Medio Ambiente y Cambio Climático.

Queda por saber cómo afectará el nuevo modelo a los futuros doctorandos, o si las universidades tomarán algún tipo de medida «correctiva» frente a los investigadores que no cumplan el plazo de tres años que marcará el decreto.

«El éxito del nuevo doctorado dependerá de los medios que tenga la universidad en la que se curse y de las posibilidades que inserción laboral de los doctores», vaticina un representante de los estudiantes. «Siempre y cuando el nuevo modelo no cree doctorados de primera y de segunda conforme a los intereses de cada universidad y del mercado», sentencia.

El rector de la Universidad de Oviedo, Vicente Gotor -a la derecha en la imagen- y el presidente del Consorcio Tecnológico de la Energía Asturiana, Juan Carlos Aguilar, firmaron ayer un convenio marco para fomentar la investigación conjunta entre Universidad y empresa y situar al Principado a la cabeza del mercado de la energía eólica.

El nuevo decreto

El Ministerio de Educación ha preparado un nuevo real decreto que adapta el tercer ciclo de la educación universitaria, el doctorado, a las exigencias del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) y del llamado «Plan Bolonia».

Los plazos

El nuevo doctorado prevé que un investigador que se dedique a tiempo completo a su tesis debe terminarla en un plazo máximo de tres años, con la posibilidad de aumentar el plazo otros dos años si un comité académico se lo permite. Para los investigadores que hagan el doctorado a tiempo parcial, el plazo asciende a 5 años. Actualmente, la media en España es de 6 años por cada tesis doctoral presentada. En la Universidad de Oviedo cada año se leen entre 150 y 200 tesis.

La formación

El nuevo decreto, que está en discusión, asocia la formación a la constitución de Escuelas de Doctorado. Esta iniciativa se incluye en el proyecto con el que la Universidad de Oviedo logró, el año pasado, el sello de calidad del Campus de Excelencia Internacional (CEI). En la convocatoria de este año ha obtenido para este apartado una subvención de 40.000 euros.