Pablo GALLEGO

Desde el próximo sábado 18 de septiembre, y hasta el miércoles 22, Sabina Puértolas cambiará su apellido para convertirse en la seductora Sabina Popea. Una mujer capaz de conquistar al mismísimo Nerón con tal de ser coronada emperatriz de Roma. Esa es la historia, con música de Monteverdi y trama de Busenello, que cuenta «L'incoronazione di Poppea», el primer título de la LXIII temporada de la Ópera de Oviedo, ciclo que cuenta con el patrocinio, entre otras instituciones, de LA NUEVA ESPAÑA. A pesar de sus recientes éxitos y de una agenda que cada vez incluye más repertorio barroco -acaba de grabar con Alan Curtis el «Ariodante» de Haendel junto a Joyce DiDonato e «Il Complesso Barocco»- Sabina Puértolas no comparte los delirios de grandeza de Popea. «Quiero seguir siendo feliz haciendo mi trabajo, pero no me planteo ser alguien en el mundo de la ópera. Donde quiero ser alguien es en mi casa, con mi marido y mi hijo», afirma rotunda.

-Vuelve a Oviedo de la mano de Emilio Sagi. ¿Es un talismán para usted?

-La primera vez que trabajé con él fue en «Luisa Fernanda», con Plácido Domingo. Y después en «La generala». Ahí sí sentí su apoyo. Es un genio moviendo al cantante. Te da la indicación correcta para que tu personaje suba de nivel. Con él hay movimiento, no eres sólo un poste que canta el aria sin más.

-¿Cómo va a ser la Sabina de Sabina?

-Joven, divertida, fogosa, sin ataduras de ningún tipo. No tiene ningún remordimiento por estar con un hombre casado, porque ella quiere llegar a ser emperatriz de Roma. Y le gusta Nerón, seguramente disfruta con él.

-¿Le permite llegar al límite?

-Aquí exploto la Sabina sensual y sexual. Y como el personaje es así, no siento vergüenza. Pero Popea también es juguetona, tiene muchísimas caras.

-¿Es un reto a nivel vocal?

-No se me hace difícil cantarlo. Lo complicado es seguir el estilo, hacer todas las «esfumaturas» que el maestro Keneth Weiss quiere y que Monteverdi escribió, con diferentes colores en la voz. Eso es lo difícil.

-¿Tener en el foso a Weiss y a un grupo como Forma Antiqva ayuda?

-Por supuesto. Llevo relativamente pocos años haciendo barroco, y todavía estoy en un momento de formación. Hay cantidad de formas de hacer este tipo de música, y cada maestrillo tiene su librillo. La novedad es que Keneth Weiss, con las cosas que me ha dicho, las ha fundamentado con ejemplos de personajes y de cantantes de hace 500 años. Nunca me habían pedido las cosas de esta manera, sólo «haz esto así porque es más bonito».

-¿Y Christophe Rousset?

-Rousset es el primero con el que hice barroco, curiosamente la Drusilla de «Poppea», en Toulouse. He cantado muchas cosas con él, me conoce muy bien. Pero es interesante hacer cosas con otros maestros.

-¿Va encontrando su sitio en el barroco?

-Tampoco lo he pensado. Lo que sí es cierto es que, en este momento, el barroco para mí ha sido una fuente de frescura. En el belcanto me ha dado matices completamente nuevos, y una facilidad vocal impresionante. Vengo de hacer «Rigoletto» en La Plata, y nunca había cantado el «Caro nome» con tanta libertad, haciendo lo que me dio la gana. Mi voz ahora es libre, no está atada a ningún sitio. El barroco, para la voz, es gimnasia.

-¿Cree que producciones como esta ayudan a que el repertorio barroco pierda la etiqueta de «aburrido»?

-Hay una ola de ópera barroca en toda Europa y Latinoamérica impresionante. Los montajes modernos tienen una importancia esencial. Haendel tiene un nivel musical diferente, pero aquí te lo tienes que montar para que la gente te siga mirando desde el principio y hasta el final. Hay que hacer un poco de malabares. La ópera barroca, bien hecha, gusta.

-En esta «Poppea» va a moverse en un escenario creado por Patricia Urquiola, una de las «top» del diseño mundial.

-Tiene que ser buena, porque ha hecho un montaje espectacular partiendo de la nada. Está muy bien pensado. Es un montaje muy práctico, con mucho movimiento. Es un lujo. Cabe en cualquier sitio pero al mismo tiempo tiene luz, transmite algo especial. De la unión de estos tres ovetenses -Emilio Sagi, Patricia Urquiola y Pepa Ojanguren- ha salido un producto muy bueno.

-¿Y cree que ese «producto» va a impactar, teniendo en cuenta que es la primera vez que se programa esta ópera en Oviedo?

-A nivel escénico sí. La ópera es un poco fuerte, hay mucha trama en medio e impresiona desde el mismo momento en que se levanta el telón. Además, en las voces que se han elegido para esta producción hay nombres, y todos ponemos de nuestra parte para que la obra impacte de forma positiva en el espectador. Insisto, es un muy buen producto. La ópera se llama «Poppea», pero es un trabajo de grupo en el que todos cantamos por igual.

-Después se lo llevan a Bilbao.

-Y dentro de un año y pico a Valladolid, o a Jerez.

-Hay que sacar partido de la inversión.

-Está claro. No creo que esto -señala al escenario- haya sido muy barato, porque en cuanto se abre el telón se ve que hay diseño.

-¿La cama es el trono desde el que Popea domina el mundo?

-Sí, pero más que el mundo Popea domina la mente de Nerón.

-¿Le resulta complicado el lado sensual, o sexual, de un trabajo como este?

-Hay mucha sensualidad, mucho toqueteo. Pero ya he sido pareja de Max -Max Emanuel Cencic, que interpreta a Nerón- cuando hacía de Ottone, y ya es un grande de la ópera barroca. Trabajar con él, de tú a tú, es muy interesante. Te ayuda y me encuentro muy a gusto, con él no hay vergüenza. Por desgracia no siempre conoces a tus compañeros, y hay algunos hasta con los que te tienes que besar, pero es a lo que nos dedicamos.

-¿Cómo afectan esas exigencias a un personaje como este?

-Se habla primero.

-¿Y se ponen condiciones?

-No. Emilio (Sagi) me indica, y yo lo hago mío. Pero este es un personaje muy joven, muy pizpireto, y en él también hay mucho de mí, de la Sabina real.

«Patricia Urquiola ha creado un montaje espectacular, práctico pero a la vez con mucho movimiento; tiene luz, transmite algo especial»