Ch. NEIRA

A primera hora de la tarde, sobre las cinco, con amenaza de lluvia, la plaza de la Catedral ya iba impregnándose del ambiente de esfoyaza. Trajes regionales al lado de la fuente, gente mayor fiel a las tradiciones y algún turista inglés indeciso entre centrar su interés en «La Regenta», la torre o eso que sonaba tan peculiar en el escenario.

Los grandes nombres de la tonada, acompañados a la gaita por El Pravianu, fueron desfilando por la plaza en un maratón que incluyó también parejas de baile, ochotes, coros y gaiteros. En total fueron casi cuarenta actuaciones que incluyeron a algunas de las voces y de los músicos más importantes del género, como Héctor Braga, Iñaki Sánchez Santianes, Andrea Joglar, el «Ochote Asturias», el coro del Centro Asturiano de Oviedo, Ismael Tomás Montes, Lorena Corripio, Jorge Tuya o los hermanos Marisa y Fernando Valle Roso. Todos, conducidos con su estilo inconfundible, tan próximo al público fiel de la tonada, por Carlos Jeannot.

Y casi sin darse cuenta unos ni otros, la música tradicional asturiana fue dando la transición a la música asturiana contemporánea, aunque, al menos en los dos últimos casos, muy vinculada a la tradición. No fue el caso del primero. El encargado de abrir la noche, Pablo Moro, se alimenta de otras tradiciones, el rock de autor clásico, por ejemplo, y a sus tres discos se ha puesto inmenso. Su recital de ayer en San Mateo permitió comprobar que está ya a la altura de los compositores intérpretes más importantes de su generación y que el público le quiere, le sigue y le agradece su sinceridad a la hora de escribir y cantar sus crónicas.

Una banda en plena forma, una actitud franca encima de las tablas y una plaza muy poblada que atendía, como en misa, a canciones como «Imitadores de Elvis» fueron la confirmación de que la división en la que juega Pablo Moro ya es la reservada a los autores mayores. Su recorrido y su dirección son ya largos.

Tras él y sus chicos listos, estaba previsto en la noche de ayer que «Tejedor» se subieran al escenario para mezclar con maestría su folk de aquí y ahora y que, tras ellos, «Xera» hicieran lo propio con ingredientes en ocasiones algo más electrónicos. Una vuelta a la música asturiana en casi diez horas que permitió comprobar la buena salud de la que goza.