Pablo GALLEGO

Sabina Popea ya es la emperatriz del teatro Campoamor. Y su reino, en lugar de la Roma imperial de Nerón, es un palacio de diseño fruto de la imaginación de la arquitecta Patricia Urquiola. La soprano Sabina Puértolas -protagonista de «L'incoronazione di Poppea», el título de Monteverdi que ayer abrió la temporada de la Ópera de Oviedo- y la diseñadora ovetense se llevaron la ovación de la noche, con permiso del contratenor Xavier Sabata y de un inconmensurable José Manuel Zapata como la nodriza Arnalta. El público reconoció el rigor con el que Puértolas encarna a la sensual y maquiavélica cortesana romana. En el caso de Urquiola, haber sido capaz de crear un universo único en el que los personajes del libreto de Busenello, dibujados con maestría por Emilio Sagi, resplandecen.

La primera función de «L'incoronazione di Poppea» -dentro de la temporada de ópera del Campoamor, que cuenta con el patrocinio de, entre otras instituciones, LA NUEVA ESPAÑA- fue un debut continuo. Y no sólo por ser la primera vez que Urquiola mostraba su talento como escenógrafa. Los estrenos llegaron también en el apartado musical, con el debut operístico de la agrupación asturiana de música barroca «Forma Antiqva». El equipo, liderado por los hermanos Aarón, Pablo y Daniel Zapico, es la primera formación especializada en este repertorio que toca en la temporada del Campoamor. Ovación para ellos.

Con el director Kenneth Weiss al frente, otro debutante en el ciclo lírico ovetense, los dieciocho músicos -doce dedicados al bajo continuo- sostuvieron la ópera desde el foso. Sobre el escenario, envueltos en las creaciones de la figurinista ovetense Pepa Ojanguren e iluminados con mimo por Eduardo Bravo, los dioses y los hombres contaron el ascenso al trono de Popea y el repudio de Octavia. Interpretada por Christianne Stotijn, la emperatriz brilló a pesar del resbalón en un «Addio Roma» lleno de incredulidad y de tristeza.

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