Ch. N.

Pedro Javier Alcázar (Lorca, Murcia, 1980), no se las da de artista ni de académico. Lo suyo, explica, es «la experimentación». Y luego, al hablar un rato con él, al ver cómo detalla el proceso empleado en cada una de las fotografías que expone estos días la galería INK Inside (calle Quintana 9), uno saca la conclusión que lo suyo también es la pasión. Pedro, de hecho, se borra de sus imágenes. Prefiere cubrirse con una máscara cuando hace falta dar la cara y su nombre artístico, «El niño de las luces», que le viene de alguien que comentó que parecía un chiquillo con sus experimentos, también trata de restarse importancia, aunque, casi sin proponérselo, se ha acabado por convertir en uno de los máximos exponentes nacionales del movimiento «light painting», que suma a la fotografía nocturna la «intervención» en el disparo con todo tipo de recursos lumínicos.

En resumen, se trata de fotografiar por la noche con largas exposiciones y mimo en Iso y diafragma para captar cielos estrellados o contaminación lumínica, según los casos. Y añadir a esas escenas todo tipo de efectos. «El niño», desde que empezó en esto hasta ahora, ha utilizado de todo un poco: cátodos, hilos de luz, una rueda de bicicleta adornada con leds, material pirotécnico, flashes, linternas y hasta la pequeña luz de un mechero de esos con bombilla de los chinos. Con ese arsenal, logra pintar sobre el lienzo casi en blanco -negro en realidad- que es el paisaje nocturno, maravillas fantasmagóricas, fantasías coloristas, fuegos o dramatismos.

Pedro «El niño de las luces» empezó hace muy poco, «ni cuatro años». Le gustaba hacer fotografía nocturna, paisajes, y también macros, fotografiar insectos. Y de la afición al paisaje nocturno empezó a utilizar un flash para realzar un árbol aquí o una máquina excavadora junto a unas ruinas allá. Internet le descubrió el movimiento «light painting» y todas sus posibilidades. El empleo de cátodos, los hilos de luz... Lo maravilloso de este mundo, explica, es que nunca se agota. Todo depende de los recursos lumínicos que te inventes para jugar con ellos en el paisaje.

El trabajo de Pedro, que utiliza la fotografía digital -«es maravillosa»- aunque casi no emplea más retoque que los ajustes de brillo y contraste, es en realidad una disciplina artesanal dentro de un contexto artesanal.

Su trabajo pasa por estudiar localizaciones de día (fábricas, casas en ruinas, desiertos, playas...) y meterse por ellos por la noche, cargando con un macuto militar que le regalaron y al que acabó por poner ruedas para cargar con todo el material. Siente que esa experiencia, algo peligrosa, es lo que merece la pena de su arte.

Esta semana, invitado por la asociación Fotografi.es y el colectivo Dhildren of Darklight, dará talleres en Gijón e inaugurará (hoy a las 20.30 horas en la sala INK) su exposición de fotografías.