El pasado lunes día 11 recibíamos la noticia del fallecimiento del multiinstrumentista asturiano Fernando Largo, un músico caracterizado, sobre todo, por su personalidad inquieta y polifacética. Desde muy joven su nombre estuvo asociado a un instrumento, el arpa, por el que Largo sentía especial predilección. Así, el influjo de artistas como el bretón Alan Stivell marcó a toda una generación de músicos peninsulares que buscaron profundizar en las sonoridades de este instrumento en un contexto ligado a las raíces folclóricas y a la experimentación en la música popular. Junto al compostelano Emilio Cao o al coruñés Rodrigo Romaní, Largo supuso otro exponente en la difusión de este instrumento en la incipiente escena folk de finales de los setenta y principios de los ochenta.

Pero si hay un nombre en especial con el que aparece asociado Fernando Largo, ése es «Beleño». Su primer trabajo, editado en 1985 («Na ca'l fuau»), muestra una clarividente interacción entre arreglos de piezas tradicionales y composiciones de Largo. Una formación que marcó un antes y un después en el panorama folk asturiano (junto a Largo, Luis de Benito, Frankie Delgado, Dani García de la Cuesta, Fonsu Yago y Xuan Prado constituyeron esta primera alineación) y que se vio reforzada por la producción de Lisardo Lombardía y el diseño artístico de Ástur Paredes (muy en la línea de las ilustraciones bucólicas de los primeros álbumes de «Gwendal»), un tándem que posteriormente daría lugar a otros muchos trabajos discográficos de la escena folk asturiana. Su segundo trabajo, «Ofiusa», editado en 1987, mostraba una faceta diferente, con mayores medios a su alcance y una madurez que -para muchos- resultó más difícil de asimilar que la frescura de su propuesta inicial. Sin embargo, ambos trabajos pertenecen al legado de una banda que supo abrir un camino para discursos venideros. No podemos dejar de recordar aquí nombres como «Ubiña» (con Xuacu Amieva, fundador original junto a Largo de «Beleño»), «Lliberdón» o «Llan de Cubel», formaciones coetáneas que de una u otra manera son deudoras del camino abierto por «Beleño». Y por supuesto, agrupaciones como «Güercu» o «Trasgu», pioneras en la conformación de un discurso folk asturiano a partir de la suma de diversos ingredientes (lo que se puede apreciar sobremanera en el iniciático disco de «Trasgu», «La isla de Hélice», editado en 1983, y que contaba también en sus filas con una arpista: Herminia Álvarez).

Largo regentaba el local ovetense Cadorna, especializado en música folk. Era muy común encontrarse allí al propio Fernando, enfrascado en alguna discusión musical o seleccionando la música para poner como fondo para las largas noches. Son muchos los músicos que recuerdan esa faceta de Fernando Largo como fuente de estímulo hacia nuevas generaciones de instrumentistas, y el Cadorna como centro neurálgico en el que se compartían descubrimientos sonoros y mucha camaradería. Ese vínculo entre el pasado y el futuro es un factor que, a menudo, brilla por su ausencia y que constituye la fluidez del constante aprendizaje e intercambio cultural. Fernando Largo contribuyó de muy diversas maneras en esta tarea. Descanse en Paz.