San Miguel de Lillo necesita menos agua y menos peso. Esta es, en síntesis, la receta para la rehabilitación del monumento prerrománico, en un estado deficiente de conservación. La obra será impulsada antes de fin de año por la Consejería de Cultura, siguiendo un proyecto del arquitecto Fernando Nanclares, que ya intervino con anterioridad en este templo y que es responsable de la última rehabilitación de Santa María del Naranco.

Una de las actuaciones que se acometerán será la sustitución de la cubierta, que pasará a tener «tégula» romana en vez de teja árabe, lo que cambiará notablemente la actual imagen del monumento. Nanclares justifica este cambio por dos motivos: porque existen evidencias arqueológicas de que este tipo de teja fue utilizada en la cubierta original, y porque la «tégula romana» es más grande y estable que la teja curva árabe, lo que mejorará la resistencia ante la lluvia. En concreto, la colocación de esta teja ampliará el vuelo de los aleros, «lo que redundará en una menor carga de agua de lluvia sobre los muros», señala el arquitecto en la memoria del proyecto. Además, se impermeabilizará la cubierta con una lámina transpirable.

Otra de las actuaciones para luchar contra la humedad es la pavimentación exterior del templo, para mejorar el drenaje y que el agua de lluvia no se acumule al pie de los muros. Se colocará pavimento en una banda de 3 metros en los lados norte y sur, y de 5 metros en la zona oeste, donde se conservan empedrados antiguos. Se adoquinará este entorno del monumento con piezas de piedra caliza de 10 centímetros de lado y 6 de espesor. También se intervendrá sobre los muros, que se limpiarán y se rellenarán las juntas.

Nueva puerta

El proyecto prevé quitar la puerta de madera de acceso, «que colocó hace más de 40 años el arquitecto Luis Menéndez Pidal, sustituyendo a otra más pobre que iba colocada de la misma manera, pero de perfil rectangular», describe Nanclares. Cada una de las hojas de esta robusta puerta de madera pesa 80 kilos, que recaen sobre los muros perimetrales, de unos 65 centímetros de espesor. La fijación de esta puerta es conflictiva, ya que va anclada con pernos a la piedra de la iglesia, y estos anclajes tienen tendencia a ceder y separarse de la pared. «Los anclajes, que inevitablemente se instalan con temor de dañar a las piedras de los muros, fueron revisados y mejorados en las obras de 2007 y han fallado de nuevo», reseña el arquitecto,

En la rehabilitación «se propone una vez más la revisión de esos anclajes, con pernos más profundos, y la implantación de una rueda por el interior de cada hoja», para que la nueva puerta, que además será más ligera que la actual, no cuelgue de la pared.