«Oviedo Filarmonía» es la orquesta de los «Conciertos del Auditorio» y las Jornadas de Piano, con su participación en seis conciertos en total. ¿Se trata de una especie de miniabono de la propia orquesta encajado en los abonos de los ciclos que organiza el propio Ayuntamiento ovetense? En parte sí. La cuestión es en qué consiste la excepcionalidad de su participación. En el caso de las Jornadas de «sinfónico-pianísticas» -hay únicamente dos recitales reservados a primeras espadas, y uno al clave-, principalmente servir de soporte en los conciertos para piano. En los «Conciertos del Auditorio», ¿qué ofrecer de extraordinario, incluso si se tratara de un abono al uso de la propia orquesta como el de la OSPA? Solistas y directores de renombre, y obras de mayor envergadura y excepcionalidad de las habituales son las dos opciones principales en donde cargar las tintas. Se presupone que, con el presupuesto disponible y en cualquier caso -abonos, conciertos extraordinarios o cualquiera de los ciclos del Auditorio-, se programan las opciones de la mejor relación calidad e interés musical. Sobre esto se puede empezar a analizar el interés extraordinario de los «Conciertos del Auditorio». En el caso que nos ocupa, ha sido únicamente la programación e interpretación de la obra de Tan Dun «Water concerto» la excepcionalidad. La primera obra del programa no deja de ser una orquestación de Büsser de una composición para piano de Debussy «relativamente corta, amable, optimista y de notable perfección», que, por cierto, ya interpretaba con frecuencia la Orquesta Sinfónica de Asturias de Muñiz Toca. La «Tercera suite de concierto "Roma" en Do mayor», de notable calidad académica y excelente orquestación de todo un Bizet, «que más parece una fantasía orquestal que una sinfonía», tal vez se queda a mitad de camino para ser una composición que complete una segunda parte de un concierto que fija su epicentro en una composición como la de Tan Dun, que, sin entrar en valoraciones, sorprende y divide la reacción del público. Insistimos, ha sido lo extraordinario del concierto. ¿Su interpretación? Aun sin el acercamiento que podemos tener en comparación con el repertorio habitual, creemos que estuvo a un muy notable nivel, sobre todo por el dominio, conocimiento y sensibilidad hacia la obra ofrecido por Guillem -con la ayuda de San Martín y Perelló, de la propia orquesta- y que, más allá de valoraciones de una composición que no bebe de las fuentes occidentales de la música y que basa sus recursos percusivos en la utilización de elementos instrumentales orgánicos -a través de experimentar con infinidad de variables sonoras que proporciona el agua, desde la simple sonoridad de las gotas al escaparse entre los dedos, hasta la percusión de otros elementos dentro y fuera del líquido elemento, en una especie de minitimbales transparentes a modo de pecera instrumental-, ha tenido su importancia dentro de este concierto de ciclo, en el que se vieron más butacas vacías, pero nos ha dado la impresión de que una mayor afluencia de público joven.

El estilo directorial del maestro Penin, director de gran sensibilidad, formación y trato exquisito, con el que hemos tenido la fortuna de trabajar en el pasado aquí y en el Auditorio Nacional, trabajó con elegancia, amoldándose mejor a las obras de sus compositores nacionales, que lucieron con brillo. El esquema orquestal, en el que se cumplen con solvencia estándares interpretativos, no difiere mucho de la reciente orquesta italiana de L'Aquila que, muy recientemente, nos ha visitado, aunque quizá los violines de ésta última lucieran una mayor homogeneidad que la nuestra. A modo de última reflexión en torno a los dos ciclos principales del Auditorio, quizá llame la atención la ausencia de la OSPA, cuando desde hace años se alude con insistencia en la coordinación de las diferentes instituciones musicales asturianas, aunque, curiosamente, como hemos visto en este concierto, músicos de la orquesta regional sí colaboren en la local.