P. GALLEGO

La escenografía y el vestuario diseñados por Hildegard Bechtler para «Katia Kabanová» sumergen a los protagonistas en un espacio casi claustrofóbico. Con una estructura basada en paredes sin principio ni final, de altura baja y colores oscuros, la acción de la ópera -inspirada en la obra de teatro «La tormenta», de Ostrovski- transcurre en un ambiente casi tétrico. Salvo algunas concesiones al color verde, la función de ayer recordó en algunos momentos -como la entrada de Kabanija con un candil en la mano- el ambiente lúgubre de «The turn of the screw», de Britten, estrenada en 2006. La iluminación del espectáculo corrió a cargo de Peter Mumford, y Frederic David Wake-Walker dirigió la escena, diseñada por Tim Albery.

La vida de Katia se desarrolla en una caja de estética victoriana que, en los distintos cuadros de la ópera, muestra los interiores y el exterior de la casa de los Kabanov. El momento en el que Katia confiesa su infidelidad con Boris sitúa a la protagonista en un cuadro, con el infierno de fondo, en el que todos la observan. Las únicas referencias al paisaje son un árbol, proyectado en azul sobre una de las paredes, y la presencia del río Volga, al que Katia se arroja con una piedra entre las manos.