Pablo GALLEGO

«Katia Kabanová», de Leos Janacek, no es una ópera fácil. Por eso el estreno de ayer en el Campoamor tiene un doble valor: primero, por acercar a los aficionados un repertorio mucho menos transitado y de indudable valor a través de un título nunca visto en Asturias; después, por haberlo hecho de una forma más que digna en el actual contexto de recortes a la lírica. «Katia Kabanová» superó el examen del Campoamor, y tanto a nivel musical como escénico la función se mantuvo en equilibrio, aunque al final la balanza de los aplausos reconoció por encima del resto el trabajo desarrollado por la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA).

La ópera de madurez del compositor checo Leos Janacek (1854-1928) no es una obra sencilla y al público del estreno le costó entrar. Con una hora y 45 minutos de música sin descanso, la tensión y la dureza de «Katia Kabanová» -tanto en el foso como en el idioma de los cantantes, el checo- descolocaron a más de uno. Los comentarios en algunas zonas del teatro fueron continuos y la función no se siguió con el silencio que suele ser habitual en la noche -ayer, tarde- del estreno. El director musical del título, Maximiano Valdés, ya había advertido que, con esta ópera, Janacek no buscó complacer, sino desasosegar, «y que el público abandonase el teatro sin saber muy bien qué es lo que vio».

Para cumplir el objetivo marcado por el compositor, la Ópera de Oviedo eligió una escenografía de la Opera North de Leeds (Inglaterra), y volvió a confiar en Max Valdés como responsable musical del título. El maestro chileno, último titular de la Sinfónica del Principado, está asociado a la inmensa mayoría de los últimos grandes éxitos de la temporada lírica asturiana: «Elektra», de Richard Strauss, en 2004; «Jenufa», también de Janacek, en 2005; «Tristán e Isolda», de Wagner, en 2007, y los «Diálogos de carmelitas», de Poulenc, en 2008, siempre con la OSPA en el foso del teatro.

Con «Katia Kabanová», la Ópera de Oviedo afrontó ayer el tercer título -y el segundo estreno- de la temporada actual, la número 63 del Campoamor, que cuenta con el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA. El título de Janacek parecía destinado a comenzar con dificultades, ya que, en los últimos meses, cuatro de los solistas cancelaron su participación en esta ópera. Ayer, los presagios no se confirmaron y todo el reparto cumplió con su cometido. Con sus aplausos -no hubo ninguna ovación rendida- los aficionados destacaron de forma especial el trabajo de dos sopranos: Janice Watson, que dio vida y muerte a Katia, y Stella Grigorian, en el papel de Varvara, hija adoptiva de la familia Kabanov y confidente de la protagonista.

Watson mostró a una Katia atormentada. Primero, por la presión a la que la somete su suegra, Kabanija, interpretada con rigor por la mezzosoprano Agnes Zwierko. Después, por el sentimiento de culpa causado por su adulterio con Boris, el tenor Ludovit Ludha. El reparto lo completaron Guy de Mey, como Tijon, con una buena caracterización del esposo de Katia, dominado por Kabanija; Finnur Bjarnason, como Kudriash, novio de Varvara; Vladimir Matorin, en el papel del comerciante Dikoi; José Manuel Díaz, como Kuliguin; María José Suárez, en el papel de Feklusha, y Gleisy Lovillo, que interpretó a la criada de la familia Kabanov. Las próximas funciones, los días 23, 25 y 27 de este mes.