La última iniciativa del centro Niemeyer hizo parada en Oviedo en forma de música. El «Ensemble ACJW», nacido en el seno de «The Academy» («La Academia») de Nueva York, ofreció uno de sus cuatro conciertos en Asturias, en colaboración con la temporada de la Sociedad Filarmónica de Oviedo. Como en anteriores conciertos, los jóvenes instrumentistas fueron los maestros de ceremonias de una verdadera fiesta de virtuosismo, en la que demostraron la flexibilidad y el buen hacer del conjunto, a través, esta vez, de obras de Carl Nielsen, Mozart y Dvorak.

El «Ensemble ACJW» surge a partir de las demandas del programa neoyorquino, en el que confluyen el Carnegie Hall, la Juilliard School y el Weill Music Institute. «The Academy» se preocupa por el desarrollo de habilidades y valores artísticos por parte de músicos que, seleccionados entre los graduados por las mejores escuelas americanas, forman parte de un plan bianual que contempla la docencia y la interpretación musicales. Pero el valor educativo de la última iniciativa del Niemeyer implica no sólo el traslado del programa americano, sino su integración en Asturias, ante la posibilidad de asentar puentes con la escuela americana de interpretación. Ése debiera ser el reto en los próximos cursos, dado que el centro avilesino pretende mantener el proyecto.

Así, el «Ensemble ACJW» se presentó ante un teatro Filarmónica con un lleno inhabitual -y con una mejora acústica perceptible, a través de la colocación de la concha-, en buena medida al implicar a la comunidad educativa del Conservatorio Torner, con clases a cargo de los becarios del Carnegie Hall. A modo de «feedback», ésta podría ser una ocasión para concienciar al público emergente de la necesidad de apoyar a una sociedad centenaria, que ofrece un circuito de música de cámara indispensable y cuya renovación de público es vital para su supervivencia.

En este género musical, pocas veces puede escucharse a un grupo de cámara tan engranado, en el que la base de la interpretación es la escucha de las partes por el todo. El grado de perfección logrado por el conjunto, desde el gran nivel individual de los instrumentistas, fue inmejorable. Con la «Serenata in vano para clarinete, fagot, trompa, violonchelo y contrabajo», una de las obras de Carl Nielsen, que rara vez aparecen en programación, el «Ensemble» mostró gran cuidado en la fusión de una selección de instrumentos poco usual, en una obra escrita para la gira en formato de cámara de un grupo de colegas del compositor de la orquesta del Teatro Real de Copenhague, en 1914.

Los vientos fueron los protagonistas de la primera parte del concierto, que contempló además la «Serenata n.º 11 en Mi bemol mayor, K 375» de Mozart, obra propia del repertorio de «Harmoniemusik», música para formaciones de viento que entretenían a la aristocracia europea del siglo XVIII. El «Ensemble» pulió los detalles y contrastes que recorren la página mozartiana, con límpidos perfiles y gran adecuación al estilo clásico.

La segunda parte del concierto estuvo dedicada al lucimiento de las cuerdas, a través del «Quinteto con piano n.º 2 en La mayor, Op. 81» de Dvorak, una obra de factura impecable e inspiración elevada. El «Ensemble» interpretó con gran amplitud el desarrollo de la obra de influencia nacionalista, ofreciendo una sonoridad plena. En la construcción de la página destaca el caudal rítmico que sostiene el trabajo armónico y temático. A esto se une la riqueza de dinámicas y texturas, que dan como resultado pasajes de gran calado lírico y expresivo, que hicieron las delicias del auditorio. En conjunto, una interpretación difícilmente superable.