Javier NEIRA

El 1 de enero de 1946 José Fernández Buelta, periodista de LA NUEVA ESPAÑA y arqueólogo aficionado, publicó dos páginas en el periódico, relatando y explicando las excavaciones que había realizado en unión del escultor Víctor Hevia al tiempo que restauraban la Cámara Santa, y se preparaba la reconstrucción del palacio episcopal y otras edificaciones del Oviedo de los siglos VIII y IX, destruidas en octubre de 1934 y después durante la Guerra Civil.

Entre los puntos de mayor interés destaca la arqueología del palacio, que, como anota, no pudieron completar. Buelta publica una foto del pozo que, con motivo de nuevas obras culminadas este año, ha sido descubierto -o, mejor, redescubierto-, y ahora datado como anterior al siglo VIII, luego previo a la fundación de la ciudad, abundando en la idea de que hubo un Oviedo al menos tardorromano.

Buelta no identifica el pozo como tal -quizá no apreció que se trataba de un aljibe-, pero sí publica una fotografía en la que aparece una estructura idéntica a la ahora descubierta y en la misma ubicación, como ayer mismo indicó el arqueólogo Vicente José González, quizá el mejor conocedor del Oviedo altomedieval.

En las dos páginas, que firma con Hevia, detalla con enorme minuciosidad las formaciones de piedra encontradas y se lamenta amargamente de la oportunidad perdida, ya que, como indica, «se nos impidió continuar las excavaciones en este recinto a pretexto de que urgía levantar el palacio», destruido en 1934, así que, «de nada sirvió nuestra promesa de no interrumpir las obras de reconstrucción. Fue una pena que tuviésemos que suspender nuestros trabajos cuando con un mes más hubiera sido suficiente para completarlos, máxime porque las obras de reconstrucción tardaron más de medio año en comenzar». En una publicación posterior, donde se abordan con más amplitud todos los trabajos que realizaron, se recoge una fotografía -incluida en esta página- de una fuente prácticamente idéntica a la encontrada en la calle de la Rúa en el verano de 2008 e inequívocamente romana. La fuente del palacio o se perdió al reconstruir el edificio o sencillamente permanece cubierta, según señala González.

El propio Buelta, en la publicación donde recoge in extenso sus trabajos, titula el primer capítulo interrogándose sobre la posibilidad de la existencia de un Oviedo anterior al hasta entonces considerado.

En el reportaje del periódico dice, asimismo, que «nos estamos limitando a lo que nos habla, irrefutablemente, de un Oviedo que vieron Fromestano y Máximo, Fruela I, Alfonso el Casto, Ramiro I, Ordoño I, Alfonso el Magno, doña Urraca, Alfonso VI y el Cid, y quizás alguien antes que ellos», aludiendo veladamente a la hipotética existencia de un Oviedo anterior a la fecha de su fundación oficial.

Como anota abrumado, «no es cosa de detallar los elementos arqueológicos que fuimos encontrando al hacer las excavaciones. Todos ellos están recogidos, clasificados por estilos y épocas. Diremos, sí, que entre otras cosas hay unos capiteles interesantísimos, alguno de ellos muy arcaico; motivos de ornamentación y una base de fuste en mármol; capiteles de mármol y de granito del mayor interés, que algún día han de servir, con otras cosas en pie, para dar más luz a la historia de Oviedo. Objetos de cerámica muy antiguos, algún mosaico, laudas y lápidas».

El pozo está situado en el ala norte del palacio episcopal y tiene siete metros de profundidad. Está construido con grandes bloques de sillería y en el último tramo, excavado en roca. Un pico del gran cuadrado que forma el aljibe se encuentra bajo el tránsito de Santa Bárbara. Fue reencontrado hace unos meses durante las obras del Archivo Histórico Diocesano. El arquitecto Jorge Hevia destacó en la inauguración del archivo que el pozo es anterior al siglo VIII.