Barítono, mejor cantante de zarzuela

Diana DÍAZ

Borja Quiza (Ortigueira, La Coruña, 1982) no puede evitar sentir un gusanillo en el estómago al pensar en su papel de presentador, junto al tenor Enrique Viana, en la gala de entrega de los premios líricos «Teatro Campoamor». En una ceremonia que parece será de todo menos previsible, el barítono gallego recibirá además su estatuilla como mejor cantante de zarzuela, por su actuación en «La viejecita», de Fernández Caballero, en el teatro Arriaga en 2009. Como uno de los jóvenes valores de la lírica más emergentes, Quiza reflexiona sobre su futuro ante la nueva época que atraviesa la lírica, marcada por la crisis económica. Para el barítono, firme defensor del género de la zarzuela, hay un elemento clave e indispensable en la lírica que siempre tiene que tenerse en mente: el público.

-Premio lírico al mejor cantante de zarzuela, ¿cómo lo recibe?

-Estoy encantado. Nunca hago las cosas para lograr ningún premio. Además, el galardón me llega muy pronto, con 28 años. Es el segundo premio importante que recibo, tras el de Ópera Actual al mejor cantante joven español de 2009.

-El lunes actuará, además, como maestro de ceremonias, ¿un reto distinto?

-La verdad es que siento unos nervios como cuando empezaba a cantar. La gala de los premios tiene una sola «función», la del lunes, y estoy expectante ante cómo responderá el público. Lo de ser presentador nos queda un poco lejos de nuestro oficio, que es el canto. Pero me considero una persona muy ecléctica e hiperactiva, ya desde que era un niño.

-¿Cómo se plantea una voz joven el desarrollo de su carrera lírica en plena crisis?

-Es difícil ser joven y dedicarse a la lírica. Yo he tenido la suerte de empezar a rodar, que es lo más complicado. Los directores y los programadores quieren asegurar y no contratan a voces nuevas. En contrapartida, los jóvenes necesitamos demostrar lo que valemos en papeles principales, pero no abundan las programaciones con dos repartos.

-Los teatros de España e Italia son las plazas en las que más actúa. ¿Cómo ve el panorama? ¿Desalentador?

-En España creo que aguantamos el envite, en comparación con Italia. Allí se habla de cancelar temporadas de los teatros, mientras que aquí sobrellevamos la situación, por ejemplo, quitando un título. La contratación a dos años vista obliga a tomar decisiones que penden de un hilo que puede romperse en cualquier momento.

-Se piensa que con la crisis económica hay un peligro de regresión en la ópera. ¿El "hambre" no hace agudizar el ingenio?

-Creo que en ópera también se puede recortar. En los últimos años nos malacostumbramos con producciones de costes desorbitados. La ópera intentó aprovecharse de la época visual y multimedia que vivimos. Hace treinta años, el director de escena era sólo una especie de guardia de tráfico. Es cierto que se innovaba poco. Se representaban los grandes clásicos con los grandes cantantes. Pero es ahí donde se forjó el público de la ópera. En la actualidad, las obras de referencia siguen siendo las mismas, y la calidad vocal sigue demandándose. No pienso que haya una regresión.

-Entonces, ¿la crisis podría significar una revalorización del canto en la ópera?

-Sí. El canto es la base de la ópera. Y a veces yo mismo tengo que meterme en vereda, porque actuando te distraes del propio canto.

-¿Qué opina entonces de nuevas gestiones como la del Real de Madrid, a cargo de Gerard Mortier?

-Mortier tiene una idea propia de cómo ha de ser la ópera en el siglo XXI. No lo critico, pero pienso que Madrid no es una capital como Viena o Zúrich, donde hay varios teatros de ópera y funciones diarias. Creo que no es acertado centrar la programación en la obra del siglo XX. En las temporadas líricas no deberían faltar un Puccini, el bel canto, un Rossini y otro Verdi. Por ejemplo, se podrían reponer producciones de títulos de repertorio en funciones fuera de abono, para captar público.

-En el contexto de una temporada como la Ópera de Oviedo, ¿la considera una programación equilibrada?

-Sí, teniendo en cuenta que es una de las ciudades que mantiene más títulos junto a los grandes teatros. Como pasa en otros teatros de provincias, un equipo joven llega con nuevas propuestas y choca con un público más conservador. El equilibrio, por ello, es fundamental; nunca se debe olvidar a quién va dirigida la ópera: al público.

-Usted es una de las voces jóvenes de este país que reivindica el valor de la zarzuela.

-La zarzuela es otro género lírico, como la ópera o el singspiel alemán, sólo que la zarzuela es nuestra (española) y la interpretamos artistas españoles. Es un género propio, con texto hablado y rasgos costumbristas, que refleja la cultura de nuestros pueblos.

-¿Dónde está, pues, el problema?

-La zarzuela es difícil de cantar y está peor vista que la ópera por el público más elitista; a lo que se une que los programadores invierten en ella menos presupuesto. Es decir, que te pagan menos y te valoran menos. De ahí que los cantantes «top» canten poca zarzuela.

-¿Es la zarzuela un género que brinda otras oportunidades a los jóvenes valores de la lírica?

-Pienso que los cantantes jóvenes tenemos un filón en la zarzuela. Yo me he encontrado con grandes producciones de zarzuela con directores de escena de la talla de Gustavo Tambascio o Lluís Pasqual. Pero, ante todo, como cantante tengo la obligación moral de recuperar este género lírico. La zarzuela es un género muy respetable que debe recuperar su nivel.

«En ópera se puede recortar, en los últimos años nos malacostumbramos con producciones de costes desorbitados»