David ORIHUELA

Lluís Pasqual habla pausado y explica casi tanto con las manos y los ojos como con las palabras. Es uno de los grandes nombres del teatro en España en las últimas décadas. Su trayectoria está jalonada de éxitos y reconocimientos, pero lo más importante es que es un hombre respetado por todos. Pasqual es el director de la gala en la que a partir de las ocho de esta tarde se entregarán los V Premios Líricos «Teatro Campoamor». En un camerino, antes del ensayo, Pasqual reflexiona.

-¿La crisis económica hace que se imponga el talento?

-El talento debería imponerse siempre. Sí es cierto que en estos momentos hay gente que empieza a medir el índice de bienestar no sólo por el PIB sino también por otras cosas.

-¿Es el teatro un refugio ante la que está cayendo?

-No quiero que parezca pretencioso, porque no pretendo serlo; pero en momentos de crisis los hombres y mujeres del teatro somos muy necesarios. Con la cultura no se trata de engañar sino de distraer y abrir espiritualmente a los espectadores. La crisis te cierra, te hace mirar hacia dentro.

-No en vano a la crisis económica también se la llama depresión.

-Sí, y hay que abrir el pectus de cualquier manera, es muy necesario.

-¿Con la crisis económica se ha acabado la crisis en el teatro?

-El teatro, afortunadamente, siempre está en crisis, es necesario para que siga replanteándose a sí mismo.

-Pero los teatros están llenos. Las entradas para la gala de esta noche se vendieron en una hora.

-Es cierto. Además, al teatro no se va solo; y si lo haces, nada más llegar te sientes acompañado. Incluso las butacas están diseñadas para que exista contacto físico con el de al lado, aunque sólo te roces el codo, no son como las del cine, preparadas para comer palomitas.

-¿Se llenan porque el público necesita distracción?

-Se llenan porque la tecnología nos ha hecho perder la referencia humana. En internet y en el cine todo es posible. Con un ordenador puedes hacer que un hombre se convierta en árbol, luego en lobo, luego en otra cosa, luego en gigante o en enano y acaba siendo hombre de nuevo. El teatro sirve para reconocerse e identificarse porque el tipo que está en el escenario es igual que tú.

-El director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), Félix Palomero, aseguraba hoy mismo -por ayer- en LA NUEVA ESPAÑA que la ópera es el espectáculo más caro que existe.

-Es mucho más caro el fútbol. No hay ningún cantante que cobre ni por asomo lo que Cristiano Ronaldo.

-Pero si el Madrid le paga 10 millones de euros es porque lo recupera.

-Es que en la ópera interviene mucha gente y es pura artesanía; a gran escala, pero artesanía. En este sentido sí es un espectáculo caro.

-¿Cuáles son las soluciones de financiación?

-Se apuesta por las coproducciones. Las están haciendo los grandes teatros como la Scala de Milán y el Covent Garden. Ya ni ellos pueden producir en solitario. De todos modos, no me gustaría ser Ministro de Cultura en estos momentos.

-¿Con más de cuatro millones de parados se puede defender que las administraciones aporten dinero para la ópera?

-La ópera da trabajo a mucha gente y en Oviedo lo saben bien. De todos modos, mientras no tengamos una ley de mecenazgo como existe en el mundo anglosajón, y no somos como los anglosajones, no habrá otra manera de producir. Si pudieras cargar una parte importante del presupuesto a personas que se lo puedan permitir estaría muy bien. En el Metropolitan de Nueva York hay una señora que paga ella sola una producción de ópera al año, siempre que la cante Plácido Domingo.

-Vuelve al Teatre Lliure, que usted fundó en los años setenta en Barcelona.

-La palabra no es vuelvo, es voy. El Lliure lo fundamos en 1976 y yo me fui de Barcelona en 1983. Las células de un hombre adulto se regeneran completamente cada siete o diez años, yo ya no soy el mismo, el Lliure es otro y Barcelona es otra ciudad. Yo ahora voy a un teatro en el que no estuve nunca.

-¿Qué más ha cambiado en todos estos años?

-Nos hemos hecho más cínicos, más escépticos y, por tanto, menos ingenuos. Hay momentos en la historia que no se pueden repetir. Cuando creamos el Lliure, descubríamos el repertorio teatral al mismo tiempo que los espectadores, y eso es algo maravilloso. También está la parte buena de la televisión, que es que la gente ha empezado a tener respeto a los actores. Antes el cómico era envidiado o menospreciado, pero no respetado.

-Usted es un enamorado de la ópera desde los 12 años. ¿Qué le parecen las producciones de personas del tipo de José Luis Moreno?

-¿Personas de qué tipo?

-Un productor de series de televisión y galas de Nochevieja haciendo ópera.

-Lo cierto es que cuando he asistido a alguna ópera producida por José Luis Moreno, me he sentido estafado. La ópera parte de un núcleo que es la música y requiere mucho trabajo de ensayo para conjuntar los decorados, las luces, los cantantes y la orquesta. No se ensaya porque seamos torpes. En el fútbol se entiende muy bien la diferencia entre un equipo con grandes figuras que no juega en equipo y otro con grandes figuras que sí lo hacen. Cuando ves una jugada entre Iniesta, Messi y Piqué, te olvidas de que son grandes jugadores en lo individual y compruebas que el conjunto funciona.

«En el Metropolitan hay una mujer que paga ella sola una producción de ópera si la canta Plácido Domingo»

«No vuelvo al Teatre Lliure, "voy" a un teatro en el que no he estado, porque ni yo ni el Lliure ni la ciudad de Barcelona somos los de 1976»

«La parte buena de la televisión es que ha servido para que se respete a los actores, que antes eran menospreciados»

Lluís Pasqual i Sánchez.

Nació en Reus el 5 de junio de 1951.

En 1976 fundó Teatre Lliure.

En 1983 fue nombrado director del Centro Dramático Nacional de España - Teatro María Guerrero de Madrid.

Entre 1990 y 1997 dirigió el teatro Odeón de París.

En 2001 estrenó «La tempestad» de William Shakespeare y la versión en español de «Esperando a Godot» de Samuel Beckett. En 2009 estrenó «La Casa de Bernarda Alba» de Federico García Lorca en el Teatre Nacional de Catalunya.