Tuvo que poner tierra por medio, coger distancia, para que su voz volviera a hablar en canciones, esta vez desde dentro, «desnudando un poco el alma». Puede que fuera desde un avión parecido a aquel que volaba «a cien mil pies de tu cabeza», como había cantado en su otra vida artística, donde Yolanda Camino (Oviedo, 1977) fue consciente de que allá, en las islas, encerrada en su habitación de su casa, Londres-Este, después de regresar de su trabajo como consultora en Bloomberg, podía coger un portátil y un micrófono y tejer pop de autora doméstica, de electrónica en zapatillas, ligeramente melancólico. Eso fue hace ya dos años, en 2009, cuando Yolanda Camino volvió a nacer así, con su nombre y su apellido, lo más parecido a una cantautora, en la escena indie nacional, exportando a emisoras y revistas especializadas las canciones de su maqueta «Espectadora».

Casi una década antes, la biografía de Yolanda Camino le había enfrentado al cruce de caminos entre llegar a ser economista o rubia de oro del pop español. La música y la familia han sido, son, una constante en su vida. Y su hermano mayor Nacho Camino, un alma gemela inseparable. Los dos pasaron por el Conservatorio de Oviedo. Ella, violín. Él, violonchelo. Pero lo que a punto estuvo de ponerle en pósteres de las habitaciones de adolescentes de todo el país fue cuando los hermanos Camino se juntaron con Alfredo Diego, Miguel Pardo y Ramón Coveto. Los cinco, un cuarteto de dos guitarras más chica al frente, fueron primero «Bogarde» en los difíciles noventa ovetenses, años en que Gijón capitaneaba lo musical con estéticas, intenciones y músicas muy diferentes a las de la capital. La banda se rebautizó como «Serena» y acabó grabando a finales de la década una maqueta con Paco Loco. El indie estaba muriéndose, Yolanda mediaba la carrera de Económicas, y «Serena» tuvo entonces el golpe de suerte soñado por cualquier grupo. La multinacional Virgin los fichó, se fueron a grabar con Alejo Stivel y salió «Serena» (2000), un disco que buscaba hueco en el mercado abierto por «La Oreja de Van Gogh» o «El canto del loco». El single «La chica ideal» y una gira con «Tam Tam Go» no condujeron a la cúspide. La operación no triunfó y Yolanda acabó la carrera dos años más tarde.

Ahora, desde La City, su recuerdo de aquellos años suena sereno y sin postillas. «Con Serena siempre eché de menos componer mis propios temas, pero mi estilo, más melancólico e intimista no encajaba muy bien con el aire popy, mas desenfadado de la banda. El grupo nos permitió viajar, aparecer en televisión, conocer la industria desde dentro... fue una época divertida».

La diversión para la economista Yolanda Camino siguió lejos de Oviedo, en Madrid, haciendo idiomas (traducción e interpretación) en la Pontificia de Comillas, y el mismo año de su segunda licenciatura, justo antes de cumplir los treinta, el salto a Reino Unido le llegó en forma de oferta laboral para trabajar en la Oficina Económica de la Embajada de España.

Londres, admite, «es una ciudad difícil al principio que luego te seduce irremediablemente». Encantada con la efervescencia cultural del barrio, llena su cabeza de música y literatura, y siendo ya consultora de sistemas de información y análisis de la empresa de servicios financieros Bloomberg, un día vio que le volvían a brotar las canciones. «Parece mentira la de cosas que uno tiene que decir cuando le ponen un papel en blanco delante. En mi caso, el papel en blanco fue un portátil y el programa Nuendo». La gracia está en que Yolanda no era muy experta en el software, así que tuvo que concentrarse en melodías y letras y tratar de arropar las canciones con lo mínimo. De ahí salieron «Espectadora», «Voy a quemar esta casa» (de alguna manera, su single) y así hasta 17 títulos que redondearon su primera maqueta como solista en 2009 y que maravillaron a gente como Juan de Pablos o Julio Ruiz, en sus programas de Radio 3. Tanto contagió su voz de dulce somnolencia, su melancolía de mesita de la cocina, y su chisporroteo electrónico de baja intensidad, que los oyentes de «Disco Grande» convirtieron la colección de «Espectadora» en la mejor maqueta nacional de 2009, un título que en su día lograron «Los Planetas» o «El niño gusano». Para este año habrá otra entrega y no, todavía no ha editado. Esta vez no hay prisa. Sólo felicidad serena.