La última víctima del envenenador de Las Campas ha sido un perro yorkshire. El pasado lunes su dueña lo sacó a pasear y al llegar a la calle Tineo el animal cayó en la trampa, una tentación irresistible para él porque, según cuenta la presidenta de la Asociación de Vecinos Las Campas del Naranco, María José Blanco, tenía forma de loncha de beicon. Los vecinos de Las Campas llevan meses tras la pista de la persona que siembra el césped de sus jardines con veneno, primero en bolas y ahora untado en trozos de carne, y temen que el próximo damnificado no sea un perro, sino un niño.

Desde la primavera pasada, cuando el envenenador comenzó a actuar, varios perros han ingerido la sustancia tóxica y han sufrido las consecuencias, unos cuatro o cinco, según Blanco. Por entonces, se decía que utilizaba raticida, pero desde entonces, y tras varios meses sin tener noticias de él, ha sofisticado su método. Afortunadamente, el yorkshire que cayó en la trampa del beicon se está recuperando, refiere la portavoz vecinal, pero tuvo que ser sometido a un lavado gástrico y un tratamiento con vitamina K, que actúa como una especie de antídoto.

El mismo día del incidente del yorkshire, señala María José Blanco, aparecieron en la plaza de Los Robles dos pegas muertas. Es de suponer, dice, que picotearon en la comida envenenada, se alejaron volando y fueron a morir allí.

María José Blanco no quiere ni pensar que un niño, jugando entre el césped, se metiera en la boca tierra o comida envenenada o simplemente que se chupara los dedos manchados con el tóxico.

La representante vecinal vincula, sin duda alguna, lo que está sucediendo con la actitud incívica de algunos vecinos, que sacan a pasear sus perros sin tomarse la molestia de recoger sus excrementos. «Yo tengo perro y salgo siempre con mi bolsa, pero hay mucha gente que suelta el animal y no se preocupa de él», explica Blanco.

La asociación vecinal se queja de la inoperancia de las autoridades. «El Seprona (servicio de protección de la naturaleza de la Guardia Civil) tiene el veneno y hay varias denuncias de propietarios de las mascotas, y no se ha hecho nada para solucionar el problema», se lamenta su portavoz. Es más, reclama vigilancia policial en días alternos y a las horas a las que suelen salir a pasear los perros.

También han acudido al Ayuntamiento, apelando a la ordenanza de convivencia ciudadana, pero tampoco han obtenido resultado alguno. María José Blanco afirma que la única medida que se adoptó en todo este tiempo, en verano, fue vallar temporalmente el área donde aparecieron las bolas de veneno.

Los carteles colocados por el Servicio de Parques y Jardines municipal, advirtiendo a los propietarios de canes de su obligación de recoger los excrementos no han surtido efecto entre el vecindario, según Blanco, que opina que la persona que esparce veneno en el césped para ahuyentar a los perros desistiría si sus dueños adoptaran un comportamiento más cívico.